La Aventura en Mictlán
Había una vez en un pequeño pueblo llamado San Brillito, un grupo de amigos inseparables: Sofía, Manuel, Tato y Lila. Un día, mientras exploraban el bosque detrás de sus casas, encontraron un antiguo mapa que parecía llevar a un lugar misterioso. Era un mapa que prometía aventuras emocionantes.
- ¡Miren esto! - exclamó Sofía, con los ojos brillantes de emoción mientras sostenía el mapa. - Dice que nos lleva a Mictlán. ¿Alguien sabe qué es?
- Yo he escuchado de Mictlán - dijo Manuel, un chico muy curioso -. Es un lugar lleno de criaturas mágicas y tesoros, pero también hay muchas pruebas por superar.
- ¡Eso suena increíble! - gritó Tato, que siempre estaba buscando una excusa para llevar a cabo una aventura.
- ¿Estamos listos para el desafío? - preguntó Lila, emocionada, pero con un pequeño temor.
Después de una breve charla, decidieron seguir el mapa. Los cuatro amigos se adentraron en el bosque, donde los árboles altos susurraban secretos. Después de caminar un rato, el sol se escondió detrás de las nubes, y una suave niebla comenzó a descender, haciéndolos sentir un poco perdidos.
- ¿Deberíamos continuar? - preguntó Manuel, mirando con preocupación a sus amigos.
- ¡Claro que sí! - respondió Sofía, decidida. - Si nos damos por vencidos, nunca sabremos qué tesoros nos esperan.
Al seguir el mapa, se encontraron con un río brillante que fluía como plata.
- ¡Miren eso! - dijo Tato, maravillado. - ¡Es hermoso!
- Pero no podemos cruzar así nomás - advirtió Lila, mirando la corriente. - Necesitamos encontrar una forma.
En ese momento, apareció un viejo y sabio búho que se posó en una rama cercana.
- Hoo, hoo... ¿buscan cruzar el río, pequeños aventureros? - preguntó el búho.
- Sí, señor Búho. Pero no sabemos cómo hacerlo - respondió Manuel.
- Para cruzar, deben responder una adivinanza. Si lo logran, el río les mostrará el camino. ¿Están listos? - dijo el búho con voz profunda.
- ¡Sí! - gritaron todos al unísono.
- Aquí va: ¿Qué cosa es, que siempre sube y nunca baja?
Lila pensó por un momento y luego dijo:
- ¡La edad!
- Correcto - dijo el búho, con una sonrisa. - Ahora pueden cruzar. Solo deben seguir el destello de la luna sobre el agua.
Los amigos miraron con asombro cómo el río comenzó a brillar intensamente, formando un sendero de luz. Cruzaron con cuidado y se encontraron en una colina que ofrecía una vista impresionante de las estrellas.
- ¡Increíble! - exclamó Tato.
En la cima de la colina, encontraron una puerta antigua que los llevó a Mictlán. Al entrar, la primera criatura que encontraron fue una alegre ardilla que vestía una chaqueta de colores.
- ¡Bienvenidos! Yo soy Chispa, la guardiana de este lugar. Para seguir avanzando deben ser amables y compartir algo de ustedes. ¿Qué traen?
- Traemos nuestra amistad y ganas de ayudar - dijo Sofía con firmeza.
- ¡Eso me encanta! - respondió Chispa. - Entonces, ¿pueden ayudarme a recolectar nueces para mis amigos?
Los chicos se pusieron manos a la obra, recolectando nueces por toda la colina. Cuando terminaron, Chispa estaba tan contenta que les dio un regalo especial: una pequeña bolsa de polvo de estrellas.
- Esto les ayudará en su aventura. ¡Recuerden usarlo sabiamente! - les dijo Chispa.
Los amigos continuaron su camino hasta llegar al centro de Mictlán, donde encontraron un gran árbol con ramas que tocaban las nubes. En su tronco, había símbolos tallados.
- ¿Qué hacen aquí? - preguntó una pequeña hada que salió volando.
- Buscamos un tesoro - respondió Lila, entusiasmada.
- El verdadero tesoro es aprender y crecer en cada aventura - dijo la hada con dulzura. - Pero una prueba les espera. Deben cruzar el Puente de la Confianza.
El puente estaba hecho de cristal y parecía frágil.
- ¡No sé si voy a cruzar eso! - temió Tato.
- ¡No te preocupes! - lo tranquilizó Sofía. - Si estamos juntos, podremos hacerlo.
Tato observó cómo sus amigos lo animaban y, respirando hondo, dio un paso adelante. Con cada paso que daba, el puente brillaba más y más.
- ¡Mirad! ¡Estamos logrando! - exclamó Manuel, mientras todos cruzaban de la mano.
Al llegar al otro lado, encontraron un cofre antiguo. Al abrirlo, en lugar de oro y joyas, encontraron un libro lleno de historias de aventuras.
- ¡Qué sorpresa! - dijo Lila, decepcionada al principio.
- Pero esperen, esto es hermoso - comentó Sofía. - Cada historia es como una lección que podemos compartir con otros.
En ese instante, el hada sonrió y dijo:
- ¿Vieron? El tesoro más valioso que pueden llevarse son las experiencias vividas juntos y las historias que podrán contar.
Los amigos se miraron y comprendieron que habían crecido no solo como aventureros, sino como personas. Con el libro en mano, regresaron a San Brillito, más unidos y llenos de nuevas historias.
Y así, aprendieron que la aventura, la amistad y la generosidad son los mayores tesoros que pueden encontrar. Desde entonces, cada vez que sentían la necesidad de una nueva aventura, simplemente abrían el libro y se dejaban llevar por la magia de las historias.
Y así, con risas y sueños, Sofía, Manuel, Tato y Lila continúan explorando, porque en cada aventura hay algo nuevo por descubrir.
Fin.
FIN.