La Aventura Espacial de Ada e Iris



Era un hermoso día de verano en el que las dos hermanas, Ada de 8 años e Iris de 5, estaban en el patio de su casa construyendo una enorme fortaleza con sábanas, almohadas y sillas. Con cada pedazo de tela, su imaginación volaba, y aunque estaban en tierra firme, soñaban con aventuras increíbles.

"Ada, ¿y si nuestra fortaleza es una nave espacial y volamos a las estrellas?" - exclamó Iris con sus ojos bien abiertos.

"¡Eso sería genial! Vamos a hacer que nuestra nave sea la más rápida del universo" - respondió Ada, sonriendo.

Cuando terminan de construir su fortaleza, decidieron que era momento de despegar hacia el espacio. Con un pequeño control remoto de juguete, Ada hizo los sonidos de despegue mientras Iris hacía gestos de astronauta.

"Despegamos en 3, 2, 1… ¡Carrera!" - gritaron las chicas al unísono.

De repente, un chispazo de luz iluminó la fortaleza y, en un torbellino de colores, las hermanas se dieron cuenta de que estaban realmente allí, en una nave espacial, flotando entre las estrellas.

"Mirá, Iris, ¡estamos en el espacio!" - dijo Ada con asombro.

"¿Dónde estamos, Ada?" - preguntó Iris.

"Estamos en el espacio, llena de planetas y estrellas. ¿Ves ese planeta azul? Debe ser la Tierra." - respondió Ada señalando hacia abajo.

La nave comenzó a vibrar y a hacer ruidos extraños.

"Deberíamos verificar qué está pasando" - sugirió Ada, emocionada.

Ambas se pusieron sus cascos de astronautas de juguete y miraron por la ventana. Vieron un pequeño satélite que parecía estar atrapado entre unas rocas flotantes.

"¿Y si lo ayudamos?" - propuso Iris, inclinando la cabeza.

"¡Sí, es una gran idea! Vamos a hacer una misión de rescate" - dijo Ada, moviendo las manos entusiastamente.

Ajustaron su nave para acercarse al satélite. Con mucha coordinación, Ada manejó la nave mientras Iris encendía las luces de —"rescate"  que habían fabricado con linternas de juguete.

"Hola, pequeño satélite, ¿te encontramos?" - gritó Iris desde la ventana.

De repente, el satélite comenzó a responder.

"¡Ayuda! Estoy atorado y no puedo salir!" - contestó el satélite con una voz chirriante.

"No te preocupes, vamos a ayudarte" - dijo Ada con determinación.

Las hermanas se dieron cuenta de que necesitaban usar su ingenio para liberar al satélite. Se acordaron de que en su casa tenían un juego de construcción y, aunque no podían usarlo, empezaron a diseñar en su mente cómo podrían hacerlo con los materiales que tenían a mano.

"Construyamos un garfio con estas cuerdas que encontramos en la nave" - propuso Iris, mostrando unas cuerdas de colores.

"¡Buena idea! Vamos a hacer un lazo!" - respondió Ada, mientras ambas cortaban y armaban su herramienta improvisada.

Una vez listas, lanzaron el garfio hacia el satélite y, después de varios intentos, lograron atraparlo.

"¡Lo tenemos, Iris!" - gritó Ada, mientras con cuidado retiraban al satélite de las rocas.

Finalmente, el satélite sonrió agradecido.

"¡Gracias, Ada e Iris! Ustedes son las mejores astronautas del universo. Ahora puedo volver a mis funciones en la órbita de la Tierra" - dijo el satélite, guiñándoles un ojo.

El satélite les regaló un pequeño cristal estrellado como signo de agradecimiento y, después de despedirse, las hermanas decidieron que debían regresar a casa.

"¿Qué dirán papá y mamá?" - se preguntó Iris.

"Seguro querrán escuchar nuestra increíble aventura" - respondió Ada, emocionada.

Así que ajustaron la nave y, tras un nostálgico vistazo a las estrellas, se prepararon para regresar. Después de un breve viaje, encajaron en su fortaleza de sábanas, justo a tiempo para que su mamá las llamara para el almuerzo.

"¿Jugaron bien?" - preguntó mamá, mientras Ada sonreía con su cristal estrellado en la mano.

"¡Fue la mejor aventura de nuestra vida!" - afirmó Iris, sin poder dejar de sonreír.

Y así, con su corazón lleno de sueños y la mente repleta de nuevas ideas, Ada e Iris supieron que siempre habría nuevas aventuras por descubrir, ya sea en su patio o en las estrellas.

FIN.

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