La Aventura Espacial de Alan y Kira



Era un día soleado en el barrio de Alan y Kira. Los dos amigos soñaban con aventuras más allá de las estrellas. Un día, mientras exploraban el parque, encontraron un extraño objeto brillante que parecía un pequeño platillo volador.

"¿Qué creés que es, Kira?" - preguntó Alan, mirando de cerca el platillo.

"No lo sé, Alan, pero parece increíble. ¡Deberíamos tocarlo!" - contestó Kira, emocionada.

Con mucha curiosidad, Alan y Kira extendieron la mano hacia el platillo discoide y, de repente, un haz de luz los envolvió. Cuando la luz se disipó, se encontraron en un planeta desconocido. La escena era mágica: cielos morados, árboles de colores brillantes y criaturas que danzaban en el aire.

"¿Dónde estamos?" - preguntó Alan, mirando a su alrededor.

"No tengo idea, pero creo que hemos llegado a otro planeta, ¡es increíble!" - respondió Kira, maravillada.

Empezaron a caminar y pronto se encontraron con un ser muy peculiar: un extraterrestre de ojos enormes y piel luminosa.

"¡Hola, humanos! Soy Zog, el guardián de este planeta." - dijo el extraterrestre con una voz amistosa.

"¡Hola, Zog!" - saludaron Alan y Kira al unísono, llenos de asombro.

Zog se acercó con una sonrisa.

"¡Bienvenidos! Pero debo advertirles que aquí hay un peligro. Al tocarme, pueden convertirse en extraterrestres también. Para evitarlo, deben saltar hacia atrás. ¿Listos?"

Sin pensarlo dos veces, Alan y Kira saltaron hacia atrás.

"¡Puf!" - hizo el sonido del aterrizaje.

"Casi nos atrapa, Zog. ¿Cómo podemos volver a casa?" - preguntó Kira, todavía sorprendida.

"Pueden regresar si logran encontrar cuatro cristales de colores que se encuentran en este planeta. Cada cristal tiene un poder único. ¡Tienen que trabajar juntos!" - explicó Zog.

Los amigos se miraron emocionados.

"Vamos a conseguir esos cristales juntos, Kira." - dijo Alan con determinación.

"¡Sí, vamos!" - respondió Kira, llena de valentía.

El primer cristal estaba escondido entre unos árboles altos. Alan sugirió usar un lanzador de hojas secas que había encontrado.

"Cuando las hojas caigan, tal vez el cristal se muestre." - dijo. Con la ayuda de Kira, lograron hacer que el cristal brillara entre las hojas.

"¡Lo conseguimos, Alan!"

"Uno de cuatro. Vamos por más!"

Siguieron el camino y, en una montaña brillante, encontraron el segundo cristal, pero estaba custodiado por un grupo de pequeñas criaturas que jugaban.

"¿Cómo hacemos para conseguir ese cristal sin asustarlas?" - se preguntó Kira.

"¡Ya sé! Vamos a hacerles una canción. A ellas les encanta la música." - dijo Alan.

Con su ingenio, cantaron una melodía divertida. Las criaturas se acercaron, se unieron a la danza y, en medio del juego, les entregaron el segundo cristal.

"¡Dos!" - exclamó Kira.

"Esto está funcionando, vamos por el tercero!" - dijo Alan.

El tercer cristal estaba en un lago brillante, pero no había forma de cruzarlo.

"Podemos construir una balsa con ramas que encontramos por aquí. ¡Usamos nuestro ingenio!" - sugirió Kira.

"Gran idea! Vamos a hacerlo juntos."

Después de un rato de trabajo en equipo, cruzaron el lago y encontraron el tercer cristal.

"¡Tres! Solo nos falta uno!" - gritó Alan.

"Rápido, la noche se acerca, el cuarto cristal debe estar listo para el amanecer."

Corriendo hacia la montaña, encontraron el último cristal en lo alto de una piedra. Solo había un problema: había un gran viento que dificultaba el ascenso.

"No puedo hacerlo solo" - confesó Alan.

"Pero yo estoy aquí para ayudarte, juntos podemos llegar; uno, dos, tres, ¡con todo!" - dijo Kira.

"¡Uno, dos, tres!" - gritaron al unísono, trabajando en equipo y alcanzando la cima.

Una vez que obtuvieron el cuarto cristal, todos brillaron intensamente.

"Lo logramos, Kira!" - gritó Alan.

"¡Sí! Ahora podemos volver a casa, Zog!" - exclamó Kira, muy entusiasmada.

Zog se acercó y con un gesto de su mano creó una puerta de luz.

"Han demostrado gran valentía y trabajo en equipo. ¡A casa, amigos!" - dijo Zog.

Saltando a través de la luz, Alan y Kira se encontraron nuevamente en su parque.

"¡Qué aventura!" - dijo Kira.

"Sí, y aprendimos que trabajando juntos, ¡podemos hacer cosas increíbles!" - sonrió Alan.

Desde entonces, cada vez que veían una estrella en el cielo, no tan solo recordaban su aventura en el espacio, sino también cuánto valor tenía la amistad y el trabajo en equipo.

Así, Alan y Kira se convirtieron en los mejores amigos, siempre listos para nuevas aventuras, tanto en la Tierra como más allá de las estrellas.

FIN.

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