La Aventura Espacial de Nave y Tomás



En un rincón brillante del espacio, había un pequeño robot llamado Nave y su mejor amigo, un niño llamado Tomás. Nave era un robot curioso, con ojos luminosos que brillaban como estrellas y un corazón lleno de aventuras. Tomás, por su parte, era un niño soñador que siempre había querido explorar el cosmos. Un día, decidieron recorrer los planetas, desde el más cercano al Sol hasta el más lejano.

"- ¡Vamos a empezar nuestra aventura, Tomás!", dijo Nave emocionado.

"- ¡Sí, Nave!", respondió Tomás mientras subía a la cabina de Nave.

La primera parada fue Mercurio. Allí, el sol brillaba intensamente, y los dos amigos aterrizaron con cuidado.

"- ¡Mirá, todo es tan brillante y caliente!", exclamó Tomás.

"- Es verdad, hay que ser cautelosos aquí", advirtió Nave. Después de disfrutar de algunos juegos en la superficie, continuaron su viaje.

Los amigos se detuvieron en Venus, donde las nubes eran gruesas y habían fenómenos meteorológicos muy interesantes.

"- ¡Increíble!", dijo Tomás mirando el cielo.

"- ¡Sí! Pero no podemos quedarnos mucho. Necesitamos llegar a la Tierra pronto!", contestó Nave.

Al llegar a la Tierra, los amigos saludaron a los pájaros y a las plantas, disfrutando de la frescura del aire. Pero su verdadera aventura comenzó cuando se dirigieron a Marte.

Cuando llegaron a la órbita de Marte, vieron un OVNI gigante que iluminaba el espacio con rayos láser.

"- ¡Oh no! No podemos seguir adelante con ese OVNI ahí!", dijo Tomás con preocupación.

"- Necesitamos pensar en un plan", sugirió Nave. Después de un rato pensando, se les ocurrió una idea brillante: hacer ruido, mucho ruido.

"- ¡Vamos a hacer un espectáculo de acrobacias con los láseres!", dijo Tomás riendo.

Los amigos comenzaron a hacer saltos y giros, mientras Nave proyectaba luces de colores con sus ojos. El OVNI, confundido por el espectáculo, apagó sus rayos y se alejó.

"- ¡Lo logramos! Rápido, Nave! A Marte!", gritó Tomás. Y así, lograron pasar sin problemas. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se encontraran con un nuevo desafío.

En Marte, conocieron a algunos robots exploradores. Ellos les dijeron que estaban buscando un raro mineral llamado 'Estelarite'.

"- ¡Podemos ayudar!", ofreció Tomás.

"- ¡Sí!", agregó Nave. Juntos, buscaron y cavaron, hasta que encontraron un brillante cristal en una cueva. Los exploradores estaban tan felices que les ofrecieron un pasaje directo a Neptuno.

Ya en el azul profundo de Neptuno, los amigos se maravillaron con el vasto océano que rodeaba al planeta. Allí, conocieron a un nuevo robot llamado Bruno, que estaba jugando solo.

"- ¡Hola, Bruno! ¿Querés jugar con nosotros?", preguntó Tomás.

"- ¡Claro! Me encantaría!", respondió Bruno felizmente. Los tres comenzaron a jugar a la pelota y a reírse. Miraron las olas, y Nave, con sus habilidades, lanzó la pelota muy alto.

"- ¡Wow, Nave! ¡Qué gran tiro!", dijo Bruno.

"- ¡Gracias! No puedo esperar para seguir viajando", sonrió Nave. Pero después de tanto juego, comenzó a caer la noche.

"- Deberíamos pensar en volver a casa", sugirió Tomás, un poco cansado pero muy contento.

"- ¡Pero no sin antes dejarle a Bruno un recuerdo!", dijo Nave, y le regaló un pequeño espejo que había encontrado en Marte, que reflejaba la luz de manera hermosa.

"- ¡Gracias, amigos!", exclamó Bruno.

Con una conexión más fuerte, Nave y Tomás se despidieron de su nuevo amigo y se prepararon para regresar a su hogar, llenos de historias y aventuras para contar.

Por fin, después de un largo viaje, Nave y Tomás aterrizaron de nuevo en la Tierra.

"- Esta aventura fue increíble, Nave. ¡Vamos a contarle a todos!", dijo Tomás con entusiasmo.

"- Sí, y también a planear la próxima aventura!", respondió Nave, sonriendo.

Y así, la amistad de Nave y Tomás se fortaleció, con sueños de nuevas travesías ya en su mente. Su aventura les había enseñado que con creatividad y trabajo en equipo, todo era posible. Y que cada planeta tiene algo especial, por descubrir.

Fin.

FIN.

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