La Aventura Frutal
Era un soleado día en la casa de Clara, una nena curiosa y aventurera. Mientras jugaba en la cocina, notó que las frutas que su mamá había comprado estaban un poco desordenadas sobre la mesa.
"¡Mirá todas estas frutas!" dijo Clara con entusiasmo. "¿Qué pasaría si hablaran entre ellas?". De repente, escuchó una voz suave que provenía de una manzana roja.
"¡Hola, Clara! Yo soy Manzana. ¡Qué lindo es ser una fruta en casa!" dijo la manzana con una gran sonrisa.
Clara se sorprendió. "¡No sabía que ustedes podían hablar!".
"Por supuesto, ¡somos muy divertidas!" exclamó la naranja que había estado a su lado. "Yo soy Naranja, y compartimos muchas historias interesantes. ¿Te gustaría escuchar?".
"¡Sí!" contestó Clara con emoción. Y así, las frutas comenzaron a contarle sobre sus orígenes.
"Yo venía de un frutal en un campo verde y soleado, lleno de vida", contó la manzana. "Crecer rodeada de flores me hacía muy feliz. Luego fui cosechada y traída aquí para que me disfruten."
"Yo crecí en un árbol en una huerta donde los pájaros cantaban todo el día", dijo la naranja. "Cuando llegó el momento de la cosecha, sentí que era mi oportunidad de llevar alegría y salud a los que me comieran."
Clara escuchaba atentamente, fascinada por las historias. De repente, la banana que estaba a un lado, intervino.
"¡Eh! ¿Y yo qué?" dijo la banana un poco celosa. "También tengo una historia que contar. ¡Soy la fruta más flexible y versátil que existe! ¡Puedo ir en un batido, en un postre o simplemente ser un snack delicioso!".
"Pero yo tengo más vitaminas", dijo la naranja con picardía. "¡Y estoy llena de jugo!".
"No se peleen, amigas", intervino la pera. "Cada una tiene algo especial para ofrecer. Esa es la belleza de nuestras diferencias."
"La verdad es que todas son preciosas en su forma única", añadió Clara. "A todas las quiero."
De repente, un pequeño sonido rompió la conversación. Clara miró hacia la ventana y vio a su gato, Tomás, que se había escapado y estaba intentando alcanzar una de las frutas que había caído al suelo.
"¡Tomás!" gritó Clara. "No! ¡No quiero que te la comas!".
Tomás, al escuchar la voz de Clara, se detuvo y se sentó, maullando como si estuviera pidiendo perdón.
"No te preocupes, Clara. Solo quería jugar", dijo la manzana. "Nosotros, las frutas, también somos un poquito traviesas. Pero eso no significa que queramos hacerle daño a Tomás".
Clara sonrió y se acercó a Tomás. "Está bien, compañero, puedes jugar, pero recuerda que las frutas son para comer, no para jugar".
Entonces decidió llevar a Tomás afuera. Mientras las frutas continuaban hablando, Clara se dio cuenta de la importancia de cuidar y respetar todo lo que estaba vivo.
"Desde hoy, voy a cuidarlas y asegurarme de que no se dañen", dijo Clara.
Las frutas aplaudieron en su pequeño mundo frutal, encantadas con la compañía de Clara.
"¡Bravo, Clara! ¡Eres nuestra amiga protectora!" gritaron las frutas.
"Y yo compartiré una ensalada de frutas para que las disfruten a todas", contestó Clara.
Así que Clara, llena de alegría, regresó a la cocina con Tomás y preparó una ensalada de frutas. Las frutas, unidas en su misión, se sintieron felices de poder ser parte de esa comida deliciosa.
Cuando todo estuvo listo, Clara invitó a su familia a la mesa y todos disfrutaron de la rica ensalada.
"Esto está espectacular, Clara. Gracias por pensar en nosotros", dijo su mamá.
Y así, Clara aprendió que no solo era importante disfrutar de las frutas, sino también conocer sus historias y cuidarlas. Desde ese día, cada vez que veía una fruta, recordaba la mágica aventura que había tenido con Manzana, Naranja, Banana y Pera, y las cuidaba con mucho amor.
Y nunca se olvidó de su bella lección: cada pequeña cosa en la vida tiene su encanto y su valor. Las frutas eran bellas no solo por su sabor, sino por las amistades que podían ofrecer y por el cuidado que merecían.
FIN.