La Aventura Galáctica de la Selva Voladora
En una selva mágica que flotaba entre las estrellas de la galaxia, vivían animales extraordinarios. Todos ellos tenían un sorprendente don: podían volar y hablar como los humanos. La selva estaba llena de coloridas flores, árboles que brillaban con luz propia y un río que fluía con agua de arcoíris. Los habitantes más destacados eran Leo, un león valiente; Lila, una lorita curiosa; y Tico, un pequeño tigre juguetón.
Una mañana, Lila, que siempre estaba buscando aventuras, dijo:
"¡Chicos! Nos vamos a un viaje al monte Altaluna. Dicen que hay un misterioso portal que lleva a otros mundos. ¡Vamos!"
Leo, siempre el líder del grupo, respondió:
"¿Estás segura, Lila? Todo el mundo sabe que la montaña está custodiada por Dragón Sombra, ¡un dragón gigantesco y feroz!"
"Pero, ¿qué es la aventura sin un poco de riesgo? Yo quiero descubrir ese portal. Ustedes no se van a arrepentir. Estoy segura de que encontraremos algo increíble allí", clamó Lila emocionada.
Así fue como los tres amigos decidieron emprender su viaje. Partieron al amanecer, volando alto entre las nubes y dejando que el viento les guiara.
Mientras se acercaban a la montaña, una nube oscura apareció de repente y un estruendo sacudió el aire. Al aterrizar, se dieron cuenta de que ¡el Dragón Sombra estaba allí! Tenía escamas negras como la noche y ojos rojos brillantes.
"¿Quiénes son los intrusos que se atreven a acercarse a mi montaña?" rugió el dragón.
Leo, un poco asustado, dio un paso al frente y dijo:
"No venimos a pelear. Solo somos amigos curiosos que buscan un portal mágico. ¿Podrías dejarnos pasar?"
El dragón miró a los tres amigos, y en su voz resonó un eco que parecía de otro mundo:
"¿Acaso creen que les voy a permitir el paso sin más? Necesito saber si son dignos. Deben superar una prueba."
"¡Estamos listos!" exclamó Tico, con su energía característica.
"Deberán encontrar tres joyas escondidas en la montaña. Cada una representa un valor: valentía, amistad y sabiduría. Si las traen, podrán continuar su camino", dijo el dragón, cruzando sus enormes alas.
Los amigos se miraron con determinación y pusieron manos a la obra.
Primero, se adentraron en un bosque de árboles hablaranes. Se separaron para encontrar la joya de la valentía. Tico, enfrentando su miedo a la oscuridad, descendió a una cueva. Allí oyó un llanto. Era un pequeño pajarito atrapado.
"No tengas miedo, ven, te ayudaré", le dijo Tico al pajarito. Al liberarlo, brilló una luz y apareció la joya de la valentía en su mano.
"¡Lo lograste, Tico!" gritó Lila cuando se reunieron de nuevo.
Luego, buscaron la joya de la amistad junto a un arroyo. Lila vio a dos sapos discutiendo por un estanque.
"¿No podrían compartir el estanque?" les propuso.
Los sapos, al escucharla, se dieron cuenta de que no valía la pena pelear y se hicieron amigos. Entonces, una nueva luz brotó y apareció la joya de la amistad.
"¡Sí! ¡Ahora solo falta la sabiduría!" exclamó Leo.
Finalmente, ascendieron hasta la cima de la montaña, donde encontraron a un viejo búho sabio.
"¿Qué valor quieres aprender, jóvenes aventureros?" les preguntó.
"Queremos la sabiduría, maestro", respondió Leo, sintiendo el peso de su responsabilidad.
El búho, enseñando una lección sobre la importancia del conocimiento y la reflexión, les dio una prueba. Ellos debían resolver acertijos que asegurarían un futuro mejor para todos. Al final, comprendieron que la verdadera sabiduría es un proceso de aprendizaje continuo. Una vez resueltos, el búho les entregó la joya de la sabiduría.
Regresaron donde el Dragón Sombra, todos emocionados con sus joyas brillantes.
"Aquí están, cumplimos con lo que pediste", dijo Leo.
"Han demostrado ser dignos. La aventura no solo les brindó las joyas, sino también profundizó su amistad. Están listos para cruzar el portal", dijo el dragón, sonriendo por primera vez.
El dragón abrió el portal y una luz cegadora envolvió a los amigos. Cruzaron juntos y llegaron a un mundo sorprendente lleno de formas y colores inexistentes. Aquí, aprendieron que una verdadera aventura no solo se trata de enfrentar peligros, sino también de cultivar valores y amistad.
Regresaron a su selva después de días de exploración, llenos de historias y experiencias para compartir. Leo, Lila y Tico se dieron cuenta de que lo importantes no eran solo las joyas, sino el viaje, la amistad y lo que habían aprendido juntos.
Y desde aquel día, cada vez que se sentaban a contar historias, sabían que su aventura no solo les había dado nuevos amigos, sino que transformó su pequeño rincón en una galaxia llena de posibilidades.
Y así, los tres amigos continuaron explorando la selva voladora, recordando siempre que la valentía, la amistad y la sabiduría eran las joyas más valiosas que podían poseer. Y aunque la selva estaba llena de desafíos, ellos siempre estaban listos para enfrentarlos juntos.
FIN.