La Aventura Gelatinosa de la Familia



Era un soleado sábado en la casa de los Martínez. Mami Brenda, Papi Dino, hijita Nayara y hermana Adriana decidieron que era el día perfecto para hacer un postre especial: ¡gelatina de ojito! El aroma de frutas frescas llenaba la cocina mientras todos se preparaban para la emocionante tarea.

-Nayara, ¿te gustaría ayudarme a mezclar la gelatina? -preguntó Mami Brenda con una sonrisa.

-Sí, ¡me encanta mezclar! -respondió Nayara, saltando de alegría.

Adriana, que estaba visiblemente más interesada en jugar, se dio cuenta de que no podía quedarse fuera de la diversión.

-Podemos hacer ojitos en la gelatina, ¡será más divertido! -añadió Adriana entusiasmada.

-¿Ojitos? -preguntó Papi Dino, intrigado.

-Sí, papá. Vamos a ponerles chispitas de colores. ¿Te parece? -explicó Nayara.

-Por supuesto, ¡suena genial! -dijo Papi Dino, mientras sacaba los ingredientes del gabinete.

Con todo listo, Mami Brenda hirvió agua y preparó gelatina de varios sabores; frutilla, ananá y uva porque a todos les gustaba. Pero lo que no sabían era que un misterioso ingrediente se había escapado del frasco de la gelatina: el polvo de gelatina mágica que el abuelo solía usar.

A medida que iban mezclando todo, comenzaron a visualizar formas divertidas en la gelatina. Cada uno tenía una idea diferente y era difícil decidir cuál hacer.

-Dame una gelatina en forma de dinosaurio, ¡Y de cocodrilo! -pidió Papi Dino riendo, mientras hacía un gesto como si fuera un dinosaurio.

-Yo quiero un unicornio, ¡y uno de arcoíris! -gritó Nayara, emocionada.

-Yo quiero un monstruo. ¡Que dé miedo! -exclamó Adriana.

Todo se volvió un debate de ideas y risas, hasta que Mami Brenda tuvo una brillante idea.

-Chicos, ¿y si hacemos una gelatina gigante con todas nuestras formas? -sugirió Mami Brenda.

-¡Sí! ¡Esa es una gran idea! -respondieron los niños al unísono.

Entonces comenzaron a trabajar en mini gelatinas de cada forma y sabor. Con el tiempo y los ingredientes creativos que iban agregando, la cocina fue llena de risas y color pastel.

Tras algunas horas de trabajo, finalmente la gelatina gigante fue colocada en la heladera. Todos estaban ansiosos por saber cómo quedaría.

-¿Cuánto falta para que esté lista? -preguntó Nayara, mirando el reloj cada cinco minutos.

-Espera, amor. Eso depende de cuán fría esté -rió Papi Dino.

Después de un largo tiempo, la gelatina finalmente estuvo lista. Todos se reunieron en la mesa, sus ojos brillaban de emoción. Aprovecharon para decorar el lado de la gelatina con chispitas de colores y barras de chocolate, creando una obra maestra que parecía un arcoíris de dulzura.

-Ahora sí, a cortar la gelatina y ver cómo quedaron las formas -dijo Mami Brenda.

Pero, al momento de cortar, algo increíble ocurrió. Con el primer corte, la gelatina empezó a brillar y comenzó a emitir un suave resplandor. Todos miraron atónitos.

-¡Mirá lo que hiciste, Nayara! -dijo Adriana sorprendida.

-¡Yo no fui! -respondió Nayara mientras Papi Dino trataba de tocar la gelatina que ahora parecía viva y vibrante.

De repente, ¡salieron burbujas de colores y unos pequeños ojitos saltarines surgieron de la gelatina!

-¿Qué es esto? -exclamó Papi Dino, asombrado.

-¡Son los ojitos que hicimos! -gritó Adriana emocionada.

Los ojos saltarines comenzaron a bailar alrededor de la mesa, llenando la habitación de risas y alegría. Todos empezaron a correr tras de ellos intentando atraparlos.

-Bueno, parece que tenemos una fiesta en la cocina -dijo Mami Brenda, riendo al ver a su familia correr de un lado a otro.

Finalmente, después de un rato de diversión, los ojitos volvieron a la gelatina y todos se sentaron a disfrutar de su creación. Al probar la gelatina, cada uno aprendió algo nuevo sobre el trabajo en equipo y la creatividad.

-Mirá, Nayara, tus ojitos de unicornio saben como a frutilla, los de dinosaurio saben a ananá y los de monstruo saben a uva -dijo Adriana, sorprendida de descubrirlo.

-¡Fue muy divertido hacerla juntos! -señaló Nayara al recordar los momentos compartidos.

-¡Sí! Hemos creado algo increíble -dijo Papi Dino, mirando a sus hijas con orgullo.

Y así, entre risas, colores y sabores, la familia Martínez se dio cuenta de que lo más importante no era solo el postre, sino el tiempo que habían compartido juntos. No podían esperar a hacer otra gelatina mágica que les brindará nuevas aventuras.

FIN.

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