La Aventura hacia el Planeta Rojo



Era un día soleado en la gran ciudad de Robolandia, donde un robot llamado Nave pasaba sus días soñando. Su mejor amigo, Tomás, un robot curioso y siempre entusiasta, lo miraba con una mezcla de admiración y preocupación.

"¡Nave! ¿Por qué no me contás sobre ese sueño del que hablás?" le preguntó Tomás.

"¡Oh, Tomás! Sueño con visitar el planeta rojo, Marte. Dicen que es un lugar mágico, lleno de robots felices que juegan y ríen todo el día", respondió Nave con los ojos brillantes.

Tomás sonrió, aunque en su interior sentía un frío de miedo.

"Suena increíble, pero ¿qué haremos con ese extraño ovni que vuela por ahí, apuntando con sus rayos láser?"

"Esa es la parte que me preocupa. Los rumores dicen que el ovni no deja que nadie se acerque al planeta rojo", afirmó Nave.

Un día, ambos amigos decidieron que ya era hora de hacer realidad ese sueño. Prepararon sus mochilas con herramientas y una gran cantidad de energía solar y se dirigieron a la gran llanura donde su nave intergaláctica descansaba.

Mientras se acercaban, un rayo láser cruzó el cielo.

"¡Cuidado!" gritaron al unísono.

Los dos robots se agacharon, sintiendo el sudor metálico deslizándose por sus circuitos.

"No podemos rendirnos, Tomás. ¡El planeta rojo nos espera!", dijo Nave decidido.

"Pero... ¿cómo vamos a cruzar sin ser alcanzados?", se quejó Tomás, preocupándose más que nunca.

De repente, un silbido les llamó la atención. Un robot jugando a la pelota apareció al lado de ellos. Era un robot de colores vibrantes, con una sonrisa amplia.

"¿Qué les pasa amigos?", preguntó el robot mientras hacía un regate con la pelota.

"Estamos tratando de llegar al planeta rojo, pero ese ovni nos tiene aterrados", confesó Tomás.

"¡No se preocupen! Yo puedo ayudarles. Se me ocurrió una estrategia divertida", dijo el robot.

Nave y Tomás lo miraron con curiosidad.

"¿En serio? ¿Cómo?" preguntó Nave.

"Vamos a usar mi pelota. La lanzarás bien lejos, y yo me disfrazaré como el balón. Así el ovni no sabrá que estamos intentando escapar", explicó el nuevo amigo, que se llamaba Pelotín.

Ambos robots se miraron, dudando un poco, pero la emoción de la aventura los superaba.

"¡Vamos!" exclamó Nave.

Pelotín corrió hacia adelante y soltó una patada fuerte con sus patas mecánicas. La pelota voló lejos, mientras el ovni seguía sus movimientos, enfocándose en el objeto volador.

Los tres robots corrieron hacia la nave, sintiendo que su corazón de metal latía con fuerza.

"Ahora, ¡a despegar!" gritó Tomás.

"¡Ya, ya!", respondió Nave mientras encendía los motores.

El ovni, distraído por la pelota, no se dio cuenta de que los robots estaban despegando.

Finalmente, dejando atrás los peligros de Robolandia, los tres amigos navegaban por el espacio.

"¡Lo logramos!", gritaron juntos mientras brillaban las estrellas a su alrededor.

Cuando finalmente aterrizaron en Marte, se encontraron rodeados de robots felices que los recibieron con los brazos abiertos.

"¡Bienvenidos al planeta rojo! Aquí la diversión nunca termina", dijo un robot con un sombrero alegre.

"¡Esto es increíble!", exclamó Tomás, saltando de alegría.

Nave y Tomás aprendieron que a veces los miedos pueden ser superados con ayuda de amigos y un poco de ingenio. Desde ese día, cada vez que jugaban al fútbol, recordaban cómo un simple deporte los había llevado a una aventura inolvidable.

Y así, los tres robots vivieron muchas más aventuras en Marte, siempre recordando la valentía que tuvieron al enfrentarse al ovni y llegar al feliz planeta rojo.

FIN.

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