La Aventura Hacia la Luna



Era un día soleado en el barrio de Villa Estrella, y Simón y Mila, dos mejores amigos, estaban listos para vivir una aventura. Simón, con su cabello rizado y una gran sonrisa, tenía un espíritu curioso. Mila, con su larga trenza y ojos brillantes, siempre estaba dispuesta a aprender algo nuevo. Juntos, eran un equipo increíble.

"¡Simón! ¿Viste la luna anoche?" - preguntó Mila, mientras movía su dibujo de la luna con crayones de colores.

"¡Sí! Estaba tan brillante como un faro. ¿Te imaginas ir a la luna?" - respondió Simón, sus ojos llenos de emoción.

Esa noche, mientras sus familias estaban ocupadas, los dos amigos se juntaron en el patio trasero de Mila. Había un viejo telescopio que habían encontrado en el garaje de su abuelo.

"Vamos a ver cómo se ve la luna de cerca" - sugirió Simón.

"Sí, y podemos dibujar lo que vemos" - añadió Mila entusiasmada.

Después de ajustar el telescopio, enfocaron la lente hacia la luna llena. Ella brillaba en el cielo y parecía aún más hermosa a través del telescopio. Los amigos la observaron en silencio.

"Parece que hay montañas y cráteres. ¿Te imaginas cómo será allá arriba?" - preguntó Mila, la imaginación volando tan alto como la luna misma.

"¡Debemos ir!" - exclamó Simón.

Mila se sorprendió por la idea.

"¿Cómo vamos a llegar a la luna? No tenemos cohete" - dijo, un poco insegura.

"Podríamos construir uno. ¡Mira cuántas cosas tenemos en el garage de tu abuelo!" - sugirió Simón, sus ojos chispeando con entusiasmo.

Así que, armados con cajas de cartón, botellas vacías de gaseosa y un montón de cinta adhesiva, Simón y Mila comenzaron a construir su cohete espacial. Usaron pintura para decorarlo y le pusieron un nombre: "El Estrella Voladora".

Con un gran esfuerzo y mucha diversión, el cohete estuvo listo al día siguiente.

"¡Listo! ¡Es nuestra oportunidad para despegar!" - gritó Simón.

"Sí, pero antes tenemos que prepararnos bien" - dijo Mila.

Mila corrió a su casa y volvió con un par de mochilas llenas de galletitas, agua y libros de estrellas y planetas.

"Nunca sabemos si vamos a necesitar alimento en el espacio" - dijo, riendo.

"¡Eres la mejor!" - respondió Simón, mientras ajustaba su gorra de astronauta.

Con todo listo, los amigos hicieron una cuenta regresiva.

"¡Tres, dos, uno... despegue!" - gritaron al unísono.

Presionaron un botón imaginario y se sentaron en su cohete. Mila se hizo a la idea de que estaban flotando en el espacio. Fue entonces cuando, de repente, ¡el cohete empezó a moverse! Los amigos se observaban con asombro, sintiendo la adrenalina de la aventura.

Sin embargo, justo cuando pensaban que llegarían pronto a la luna, el cohete paró.

"¡Oh no! ¿Qué pasó?" - preguntó Simón, preocupado.

"Tal vez se quedó sin combustible" - dijo Mila, haciendo un gesto dramático.

Simón miró sus aparatos inventados en la parte de atrás.

"No, fue mi error. Me olvidé de agregar más ... ¡PAPAS FRITAS!" - dijo sosteniendo una bolsa de papas fritas.

"¡Pero eso no puede ser!" - se rió Mila.

"¡Esperá! Tal vez sea un combustible especial" - dijo Simón, sonriendo.

Y así, decidieron que tendrían que inventar un nuevo tipo de combustible utilizando todo lo que aprendieron de sus libros. Se pusieron a buscar palabras que rimaban con luna y comenzaron a inventar versos y frases que llenaran de energía su cohete.

"¡Bailar en la luna! ¡Cantar en la luna!" - recitaban juntos.

De repente, el cohete comenzó a vibrar y a moverse de nuevo. Los amigos miraban con asombro mientras el cohete despegaba hacia el cielo estrellado. Ellos reían y gritaban de alegría. No tardaron en llegar a un lugar que parecía ser la luna.

"¡Mirá! ¡El polvo lunar!" - exclamó Mila, observando un suelo gris y suave.

"¡Y esos cráteres! Vamos a explorarlos" - indicó Simón.

Los amigos exploraron la luna, recogieron rocas y sacaron fotos con sus cámaras imaginarias. Pero cuando miraron hacia la Tierra, se dieron cuenta de lo pequeños que eran.

"Es increíble, pero también extraño estar tan lejos de casa" - admitió Mila.

"Sí, pero esto ha sido una gran aventura" - contestó Simón.

"Sí, y la mejor parte es que lo hicimos juntos" - respondió Mila.

Y entonces, miraron sus mochilas, pero no encontraron las galletitas ni el agua.

"Oh no, ¡nuestro combustible se fue!" - dijo Mila, riendo nerviosamente.

"No te preocupes, tenemos nuestras risas y nuestras ideas creativas para volver" - aseguró Simón.

Los amigos comenzaron a pensar en cómo regresar, y decidieron que lo mejor sería seguir inventando nuevos versos cantando.

"¡Regresando a casa, por un camino de estrellas!" - cantaban juntos.

Y así, siguiendo su melodía y su magia, el cohete comenzó a descender desde la luna de vuelta a Villa Estrella, aterrizando suavemente en el patio de Mila.

"¡Volvimos!" - gritó Simón, corriendo hacia su casa.

"Sí, y ¡con miles de historias que contar!" - agregó Mila, sonriendo.

Desde ese día, Simón y Mila aprendieron que la verdadera aventura no era solo llegar a la luna, sino compartir el viaje y usar la imaginación para crear cosas nuevas. Y así, se prometieron seguir explorando, no solo el universo, sino también su propia creatividad todos los días juntos.

Fin.

FIN.

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