La Aventura Invernal de Cande y Guada
Era un frío día de invierno en el barrio de Cande y Guada. La nieve cubría el suelo y el viento soplaba suave, creando un paisaje mágico. Las dos amigas habían decidido que era el momento perfecto para salir a jugar y, mientras el sol comenzaba a asomarse, Cande tuvo una idea.
"¿Y si salimos a juntar hojas?" -propuso Cande con entusiasmo, a pesar de que ya no había muchas hojas en los árboles.
"¡Pero si ya es invierno!" -respondió Guada, frunciendo el ceño, mientras se abrazaba a sí misma para entrar en calor.
"Vamos, será divertido. Y si encontramos hojas interesantes, podemos hacer un álbum!" -insistió Cande.
Tras un breve momento de duda, Guada sonrió y asintió. Ambas se abrigaron bien, poniéndose bufandas y gorros coloridos, y salieron de casa.
Al principio, la búsqueda de hojas era un poco difícil. Las ramas estaban casi peladas y solo algunas hojas secas quedaban en el suelo. Sin embargo, no se desanimaron. Entre risas y juegos, encontraron una hoja grande y amarilla que parecía haber brillado más que las otras.
"Mirá esta, ¡es enorme!" -dijo Guada, levantando la hoja como si fuera un tesoro.
"¡SÍ! Ese color es hermoso, ¿no? ¿Qué te parece si la ponemos en nuestro álbum?" -respondió Cande, con los ojos llenos de emoción.
Continuaron su búsqueda, y de repente, Guada vio algo moverse entre los arbustos. Ambas se acercaron lentamente y descubrieron un pequeño animal.
"¡Mirá! Es un erizo!" -exclamó Guada.
El erizo estaba acurrucado y parecía un poco asustado.
"No lo asustemos, se está protegiendo del frío" -advirtió Cande."Debemos ayudarlo. ¿Qué podemos hacer?"
Guada pensó por un momento y tuvo una idea.
"Podemos construirle un pequeño refugio con las hojas que encontremos!" -dijo emocionada.
Así que, mientras seguían recogiendo hojas, empezaron a hacer un pequeño nido con ellas. Con cada hoja que sumaban, el refugio se hacía más grande y acogedor. Después de un rato, lograron hacer un buen refugio para el pequeño erizo.
"¡Listo! ¡Ahora tiene un lugar cálido!" -exclamó Cande, satisfecha con su trabajo.
El erizo, al notar que su refugio estaba hecho, salió lentamente y olfateó el aire. Las chicas se sentaron en silencio, observándolo. Era un momento especial.
De repente, Guada se levantó.
"¿Sabés qué? En vez de solo juntar hojas, ahora tenemos una misión: ayudar a más animales que necesiten refugio en invierno." -dijo con determinación.
Cande sonrió.
"¡Eso es genial! ¡Vamos a hacer más refugios!" -respondió, y ambas se pusieron a trabajar.
Pasaron el resto de la mañana ayudando a otros animalitos que encontraban por el camino. Al final del día, no solo tuvieron un álbum de hojas, sino que también habían hecho varios refugios y se sintieron muy felices de haber ayudado a sus pequeños amigos del bosque.
Cuando volvieron a casa, las barbijas de las chicas estaban cubiertas de nieve y sus manos estaban frías, pero sus corazones estaban llenos de alegría por la aventura del día.
"¿Sabés qué? A veces, las mejores aventuras no se planean, sino que aparecen cuando menos lo esperás" -dijo Guada mientras abría la puerta de casa.
Cande, sonriendo, agregó:
"Sí, y siempre es mejor compartirlas con amigos!"
FIN.