La Aventura Mágica de Amatista y Alely en Nochebuena



Era la noche de Navidad y la calle San Diego, en Trigal, lucía más hermosa que nunca. Las luces de colores parpadeaban en cada casa, y un aire de alegría y amor llenaba el ambiente. Amatista y su hermana Alely estaban muy emocionadas. "¡No puedo creer que sea Navidad!", exclamó Amatista, sus ojos brillando como las estrellas en el cielo.

"Sí, y estoy segura de que esta noche será especial", respondió Alely, saltando de alegría.

Las dos hermanas habían pasado toda la tarde decorando su casa y horneando galletitas de jengibre. Cuando salió la luna llena, decidieron salir a dar un paseo por el vecindario. El frío de la noche les hizo abrazarse juntas, mientras caminaban por la calle iluminada.

De repente, escucharon un suave tintineo. "¿Qué fue eso?", preguntó Amatista con curiosidad. "¡Vamos a ver!", dijo Alely entusiasmada. Siguiendo el sonido, llegaron a la plaza del Trigal, donde encontraron un gran árbol de Navidad que brillaba lleno de luces y adornos.

Bajo el árbol, había algo que brillaba más que las luces. Se acercaron lentamente y encontraron un pequeño cofre dorado, cubierto de nieve.

"¿Qué será esto?", murmuró Alely, mientras tocaba el cofre. En ese momento, una suave voz salió del cofre. "¡Hola, pequeñas aventureras! Soy el Espíritu de la Navidad y tengo una misión para ustedes."

Ambas se miraron con asombro. "¿Una misión?", preguntó Amatista, con los ojos grandes. "Sí, debes ayudar a un amigo que necesita su apoyo esta noche", continuó el Espíritu. El cofre se abrió, revelando un mapa que conducía a varios puntos en su vecindario.

"¿Dónde tenemos que ir?", preguntó Alely emocionada. "Primero, deben visitar a la familia Pérez, que se siente un poco sola en estas fiestas. Luego, deben ir a la casa de la señora Moira, que necesita ayuda con su jardín de medianoche. Al finalizar, tendrán una sorpresa especial", explicó el Espíritu.

"¡Vamos!", gritó Amatista, mientras corría hacia la casa de los Pérez. Cuando llegaron, encontraron a la familia sentada en su sala, mirándola a la televisión sin muchos ánimos. "¡Hola!", saludaron las hermanas con entusiasmo. "¡Estamos aquí para alegrar su noche de Navidad!" Y empezaron a cantar villancicos y compartir galletitas.

Los Pérez pronto se unieron, riendo y cantando al son de la música. Después de un rato, se despidieron con abrazos y buenos deseos, felices de haber compartido un momento juntos.

"¡Ahora vamos a la casa de la señora Moira!", dijo Amatista, mientras continuaban con su aventura. Llegaron a la casa de la amable señora, que se encontraba en su jardín mirando las flores marchitas. "Señora Moira, ¡hemos venido a ayudar!", exclamaron al unísono.

"¡Qué amables son, pequeñas! Este jardín necesitaba un poco de amor y atención", respondió la señora Moira con una sonrisa. Las hermanas se pusieron a trabajar, regando las plantas y podando los arbustos. En poco tiempo, el jardín resplandeó con colores vibrantes, y la felicidad llenó el aire.

"¡Gracias, chicas! Ustedes hicieron mi noche especial", dijo la señora Moira, regalándoles dos flores brillantes como agradecimiento. "¡Ahora que todo está listo, tenemos que hacer una última parada!", dijo Amatista.

"¡Sí! « ¡A la plaza! «, gritaron ambas, dándole un pequeño giro a la esquina. Cuando llegaron, se encontraron con el Espíritu de la Navidad nuevamente. "¡Han hecho un trabajo maravilloso! Estoy muy orgulloso de ustedes", les dijo. "Ahora, como recompensa, pueden pedir un deseo. ¡Recuerden, solo uno!"

Amatista y Alely se miraron, pensaron y luego dijeron juntas: "¡Deseamos que siempre haya unión y amor en nuestros corazones y en las familias de nuestro barrio!" El Espíritu sonrió, y un brillo mágico iluminó la plaza, llenando el lugar de colores y risas.

"Ese es el mejor deseo que pueden hacer. La alegría de Navidad nunca se trata solo de regalos, sino de los momentos compartidos", dijo el Espíritu mientras desaparecía en una nube de estrellas.

Las hermanas sonrieron, sintiendo en su interior que habían vivido una noche mágica. Tomadas de la mano, regresaron a casa, conscientes de que a veces la verdadera aventura se encuentra en ayudar a los demás.

"¿Te das cuenta de lo especial que fue esta noche?" preguntó Amatista.

"Sí, y no lo cambiaría por nada. ¡Feliz Navidad!", contestó Alely. Y así, bajo el resplandor de las luces navideñas, Amatista y Alely comprendieron el verdadero espíritu de la Navidad: el amor y la bondad compartidos.

FIN.

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