La aventura nocturna de Alelí



Era una noche estrellada en el pequeño pueblo de Flor de Cielo. Todos los niños ya estaban en sus camas, listos para soñar, excepto una: Alelí. La niña tenía una personalidad vivaz y desobediente. Nunca podía quedarse quieta, y esta noche no sería la excepción.

"¡No quiero dormir!" - exclamó Alelí mientras se asomaba por la ventana.

Su mamá, que ya había subido las escaleras, entró en la habitación.

"Alelí, es hora de descansar. Mañana tendrás un día lleno de aventuras en el parque" - le dijo con voz suave.

"Pero mamá, no tengo sueño. ¡Quiero explorar!" - respondió Alelí, con los ojos brillantes de emoción.

De repente, una brisa fresca dejó caer una hoja de un árbol al vacío y, a través de la ventana, entró un rayo de luz que iluminó la habitación.

"Mirá, ¡las estrellas me están esperando!" - dijo Alelí, señalando hacia afuera.

"Las estrellas son hermosas, pero ¿sabías que también deben descansar?" - comentó su mamá, recordándole que incluso el cielo necesita dormir.

Alelí pensó por un momento y, aunque no estaba convencida, miró l afuera y vio algo sorprendente. Una pequeña luciérnaga comenzaba a acercarse, brillantemente iluminada.

"Mamá, ¡mirá esa luciérnaga!"

"Es muy linda, pero también tiene que descansar..." - le respondió su mamá.

La luciérnaga, como si hubiera oído a la madre, comenzó a brillar con una luz aún más intensa y Alelí, llena de curiosidad, decidió seguirla.

"Voy a seguirla, ya vuelvo" - gritó mientras se escabullía por la ventana, muy emocionada. Su mamá, aunque preocupada, la dejó ir, sabiendo que Alelí siempre regresaba.

Alelí siguió a la luciérnaga por el jardín, y pronto se encontró en un hermoso campo iluminado por millones de luces.

"¿Dónde estoy?" - preguntó asombrada, mirando a su alrededor. Las luciérnagas danzaban en el aire, creando una mágica sinfonía de brillos.

"¡Esta es nuestra fiesta nocturna!" - dijo una pequeña luciérnaga que se acercó a ella, iluminando su cara con un suave resplandor.

Alelí sonrió, ¡era asombroso! Las luciérnagas bailaban alrededor de ella, y la niña sintió una felicidad inmensa.

"¡Esto es increíble!" - gritó Alelí mientras las luciérnagas la llevaban a través del campo.

Pero, tras un rato de divertirse, Alelí comenzó a sentir un pequeño cansancio; sus ojos se cerraban sin que ella lo quisiera.

"¡No, no puedo dormir ahora!" - exclamó, tratando de mantenerse despierta.

La luciérnaga que había hablado antes le dijo.

"Alelí, entenderás que también necesitamos descansar. Sin descanso, no podremos seguir haciendo brillar nuestro mundo. ¡Ven, disfruta un poco más, y luego te prometo que te llevaré de regreso a casa!"

Alelí se dejó llevar por el ritmo de las luciérnagas, jugando y riendo. Pero pronto se dio cuenta de que no podía más.

"Creo que necesito un descanso..." - susurró, sintiendo cómo sus pies se volvían pesados.

La luciérnaga se acercó a ella y sonrió.

"Eso es, pequeña. Es hora de dormir. A veces, las aventuras más grandes nos esperan cuando estamos descansados. Ahora te llevaré a casa para que puedas soñar con todas estas maravillas"

Con sus ojos casi cerrados, Alelí sintió cómo la luciérnaga la guiaba de regreso por el sendero. Cuando finalmente llegó a su ventana, se metió en su cama, sintiendo una paz que antes no había conocido.

"Gracias por la aventura, luciérnaga" - murmuró antes de cerrar los ojos.

La luciérnaga brilló una última vez antes de desaparecer en la oscuridad de la noche.

Al día siguiente, cuando los rayos de sol acariciaron su rostro, Alelí despertó con una gran sonrisa.

"Mamá, ¿sabías que las luciérnagas tienen una fiesta nocturna?" - exclamó emocionada, recordando su aventura.

Con un guiño, su mamá le respondió.

"Lo sé, y me alegra que hayas aprendido que descansar también es parte de disfrutar las aventuras. ¡Hoy también podemos explorar el parque!"

A partir de ese día, Alelí comprendió que entre la diversión y el descanso, uno nunca debe faltar. Las noches de sueño se convirtieron en un nuevo capítulo de sus propias aventuras.

Y así, siempre que llegó la hora de dormir, Alelí sonreía, recordando que los mejores días comienzan con un buen descanso.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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