La Aventura Nocturna de Julián
Era una noche tranquila en la casa de Julián. Después de un día muy divertido jugando con sus amigos, el pequeño se acomodó en su cama con su osito de peluche, Pipo. Julián cerró los ojos y, para su sorpresa, esa noche durmió de corrido, sin despertarse ni una sola vez.
Al amanecer, Julián se despertó sintiéndose como un superhéroe. Con energía y alegría, saltó de la cama y corrió al comedor.
"¡Mamá! ¡Hoy me siento genial! Dormí como un tronco toda la noche!" - exclamó. Su mamá sonrió, sorprendida de verlo tan despierto.
"Eso es maravilloso, Julián. Dormir bien es muy importante, ¿sabías?" - le dijo su mamá mientras le servía el desayuno.
Luego de desayunar, Julián decidió que quería hacer algo especial con su nuevo nivel de energía. Se puso sus zapatillas, agarró a Pipo y salió al patio.
Se le ocurrió una idea.
"¡Voy a construir la mejor fortaleza del mundo!" - gritó emocionado. Así que empezó a juntar cajas, mantas y almohadas. Un par de sus amigos, Ana y Mario, lo vieron desde la ventana y no tardaron en unirse.
"¿Qué hacés, Juli?" - preguntó Ana.
"Voy a hacer una fortaleza gigantesca. ¡Ayúdenme!" - respondió Julián.
Los tres amigos se pusieron a trabajar. Cada uno aportó algo especial: Ana traía decoraciones, Mario llevó su linterna y Julián, con su creatividad, hizo un letrero en la puerta que decía: "FORTALEZA PROTEGIDA".
Mientras estaban en plena construcción, Ana comenzó a contar leyendas sobre valientes caballeros y dragoncitos que resguardaban tesoros en fortalezas como la suya.
"¿Y si nosotros también protegemos un tesoro?" - sugirió Mario.
Todos miraron a Pipo que estaba descansando en una esquina.
"¡Es nuestro tesoro!" - se rió Julián.
A medida que la fortaleza iba tomando forma, se dio cuenta de que no solo estaban construyendo un refugio. Estaban creando un lugar para compartir, reír y vivir aventuras. Sin embargo, justo cuando estaban por terminar, una ráfaga de viento hizo que algunas cajas se volaran.
"¡No! ¡Mi fortaleza!" - gritó Julián angustiado.
Los niños corrieron tras las cajas, pero no pudieron alcanzarlas. Cuando Julián se sintió triste, se acordó de cómo había comenzado la mañana con tanta energía y decidió no rendirse.
"¡Vamos a construirla de nuevo!" - propuso con determinación.
Así que, juntos, volvieron a juntar todo, y aunque les llevó más tiempo, se sintieron orgullosos de su trabajo. Al final del día, su fortaleza no solo era más grande, sino que también era más hermosa.
"¡Hicimos esto juntos!" - sonrió Ana, admirando su creación.
Julián, mirando su fortaleza, sintió que había aprendido algo valioso: el trabajo en equipo y la perseverancia. En ese momento, se dio cuenta de que el verdadero tesoro no era Pipo ni la fortaleza, sino la amistad y las aventuras compartidas con sus amigos.
Así que, esa noche, tras contarles lo ocurrido a sus padres, se acomodó nuevamente en su cama. Esta vez, mientras abrazaba a Pipo, pensó en lo emocionante que había sido el día, y se sintió agradecido por el buen sueño que lo había ayudado a tener esa jornada tan especial. Al cerrar los ojos otra vez, se prometió a sí mismo que cada día sería tan aventurero como el anterior, siempre recordando que el verdadero éxito viene de no rendirse y siempre confiar en sus amigos.
Y así, Julián siguió soñando, dispuesto a vivir más aventuras cada mañana, despertando siempre con una sonrisa y un corazón lleno de energía.
"En la vida, cada noche de buen sueño trae nuevos días llenos de emoción y amistad."
FIN.