La Aventura Paraguaya de Tomás
Tomás había soñado con visitar Paraguay durante muchos años. Un día, su sueño se hizo realidad: ¡había ahorrado lo suficiente y estaba listo para emprender la aventura!
Cuando llegó, se sintió como un niño en una tienda de golosinas. Todo era nuevo y emocionante. Desde los mercados coloridos hasta la amabilidad de la gente, Tomás estaba fascinado.
"¡Vaya! Mirá todas estas cosas hermosas", dijo Tomás mientras se paseaba por un mercado artesanal.
En su primer día, compró artesanías, gorros, y dulces típicos. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran las famosas tereré de Paraguay. Tomás se acercó a una vendedora.
"¡Hola! ¿Qué tenés ahí?", preguntó curioso.
"¡Este es el tereré! Es una bebida muy refrescante que se prepara con yerba mate y agua fría", explicó la señora con una sonrisa.
Tomás decidió comprar todo lo necesario para preparar su propio tereré. A medida que avanzaba el día, su mochila se llenaba de todo lo que compraba.
"¿Por qué no pasás por mi puesto de frutas?", gritó un vendedor de la esquina.
"¿Frutas? ¡Claro!", respondió Tomás mientras corría hacia el puesto. El vendedor le mostró unas frutas exóticas que nunca había visto antes.
"Estas son las guayabas y los mangos. Probá uno, son deliciosos", aconsejó el vendedor.
Tomás probó y, efectivamente, ¡eran exquisitas! Estaba tan emocionado que decidió comprar algunas para llevar a casa. No se dio cuenta, pero se estaba distrayendo tanto comprando que se alejaba cada vez más del grupo de turistas con el que había venido.
Al intentar regresar, se dio cuenta de que no sabía dónde estaba.
"Oh no, ¿cómo voy a encontrar el camino de vuelta?", se dijo, un poco asustado.
Entonces, recordó lo que su mamá siempre le decía: "Si te pierdes, pregunta a alguien". Con valentía, se acercó a una señora que vendía empanadas.
"Disculpe, señora, ¿me podría ayudar? Estoy un poco perdido", pidió con timidez.
"Por supuesto, niño. ¿A dónde necesitas ir?", contestó la señora amablemente.
Tomás le explicó que tenía que volver al lugar del grupo de turistas. La señora se rió y le dijo:
"¡Ah, eso es fácil! Sigue este camino recto y luego gira a la derecha. Pero primero, ¿por qué no probás una de mis empanadas? Son las mejores de la ciudad".
Tomás no pudo resistir la tentación. Compró una empanada, la probó, y fue, verdaderamente, la mejor que había comido.
"¡Deliciosa!", exclamó. Después de llenarse el estómago y agradecer a la señora, siguió sus instrucciones y logró volver a encontrar a su grupo.
Cuando regresó al hotel, estaba repleto de cosas, pero sobre todo de experiencias inolvidables.
"Miren todo lo que compré", dijo Tomás mostrando su mochila llena.
"¡Guau, Tomás! ¡Qué lindo todo!", respondieron sus amigos.
A la mañana siguiente, Tomás decidió hacer una fiesta para compartir todo lo que había traído.
"Voy a hacer tereré y empanadas para todos", dijo emocionado.
Y así fue como, en su casa, Tomás organizó la mejor fiesta con sabores de Paraguay. Sus amigos estaban fascinados y le preguntaban sobre cada cosa que había comprado.
"¿Y cómo es el tereré?", preguntó una amiga.
"Es refrescante y te hace sentir conectado con la naturaleza", explicó Tomás mientras les servía la bebida.
Esa noche, Tomás se sintió feliz. No solo había traído cosas de Paraguay, había traído una parte de su viaje en forma de experiencias compartidas con sus amigos y familia. Recordó que, aunque compró muchas cosas, lo que más valoraba eran los momentos vividos y las amistades que fortalecía. El viaje a Paraguay no solo había sido un gasto, sino una inversión en memorias.
Y así, Tomás entendió que las mejores aventuras no se tratan solo de lo que compramos, sino de lo que aprendemos y compartimos con los demás. Desde ese día, cada vez que un amigo le preguntaba sobre su viaje, Tomás sonreía y decía:
"Paraguay me enseñó a disfrutar cada momento".
FIN.