La Aventura Sonora de la Maestra Yary
En el aula de maternal A del CAIPI de Montería, había una maestra llamada Yary. Con una sonrisa siempre brillante y una mirada llena de energía, Yary esperaba que cada día sus pequeños alumnos se llenaran de alegría al aprender sobre los sonidos de los animales.
Una mañana radiante, Yary decidió que haría algo especial. "¡Hoy haremos un gran juego!" - anunció a sus alumnos, que la miraban con curiosidad. "Vamos a convertirnos en animales. ¡Cada uno de ustedes elegirá un animal y aprenderá su sonido!" - agregó, mientras se acomodaba el cabello y señalaba una tabla llena de dibujos de diferentes animales.
Los niños comenzaron a murmurar emocionados. "Yo quiero ser un león y hacer ‘¡Rooar! ’" - dijo Lucas, levantando la mano con entusiasmo. "Yo seré una vaca, y haré ‘¡Muuuu! ’" - exclamó Lucía. Así fue como cada niño eligió su animal favorito, llenando el aula con gritos de alegría y risas.
Mientras este entusiasmo crecía, Yary abriu su caja de sorpresas. "¡Miren lo que encontré!" - dijo mientras sacaba una marioneta de un gallo. "Este gallo nos enseñará a despertar nuestros sonidos más animalescos. ¿Quieren conocerlo?" - Los niños asintieron de inmediato. "¡Hola, amigos! Soy el Gallo Pintón, y hoy los ayudaré a hacer sus mejores ruidos!" - dijo la marioneta con una voz divertida.
Primero, la maestra Yary los llevó a un rincón del aula donde había una alfombra suave. "Vamos a practicar nuestro primer sonido. Al contar hasta tres, todos haremos el sonido que nuestro animal hace. ¿Listos? Uno, dos, tres…" - la sala se llenó con un coro de sonidos. Un ‘Rooar’, un ‘Muuuu’, un ‘Cuac, cuac’ de Sofía, hasta un ‘Oink, oink’ de Mateo. El aula vibraba con vida.
Pero de repente, mientras todos se reían, Yary escuchó un sonido extraño que provenía de una esquina. "¿Qué fue eso?" - preguntó sorprendida. Al mirar, vio a un pequeño loro de colores brillantes que estaba posado en una ventana.
"¡Hola, amigos! Soy Lalo el Loro, y me encantaría unirme a su juego!" - dijo el loro, moviendo su cabeza de un lado a otro. Todos los niños empezaron a aplaudir.
Yary, asombrada por la llegada del loro, le sonrió. "¡Genial, Lalo! Pero, ¿sabes qué? Hay un problema. No sabemos hacer el sonido de un loro. ¿Nos ayudarías?" - el loro soltó un ‘¡Hola! ’ muy claro y divertido. Los niños se rieron a carcajadas. "¡Eso es asombroso!" - exclamó Yary.
Lalo se acomodó en su perchero improvisado y les dijo a los niños: "Recuerden, cada vez que escuchen un animal, piensen en su sonido. A veces los ruidos son diferentes, pero la diversión siempre es la misma. ¡Vamos a convertirnos en carcajadas!" - Los pequeños estaban encantados.
El tiempo pasó volando entre risas y juegos, pero cuando Yary miró el reloj, se dio cuenta de que ya era hora de terminar la clase por hoy. "Chicos, fue un día increíble, pero ahora es momento de irse a casa. ¡Espero que mañana traigan un nuevo sonido para que practiquemos juntos!" - agregó.
Los niños abrazaron a Lalo el Loro y le prometieron que volverían al día siguiente con más animales. "¡Hasta mañana, amigos!" - gritaron juntos, mientras se marchaban con sonrisas que iluminaban sus pequeños rostros. Al salir, Yary sonrió, sintiéndose feliz y satisfecha al pensar en la alegría que los sonidos de los animales habían traído a su aula. Así, en el CAIPI de Montería, la magia de aprender nunca se detendría.
FIN.