La Aventuras de Pato Paciente
En un hermoso lago vivía un pato llamado Pato. Pato era muy alegre y siempre tenía grandes sueños. Hoy, Pato decidió que quería ver el mundo desde lo más alto, así que se propuso aprender a volar alto, como los pájaros.
- ¡Hoy va a ser un gran día! –exclamó Pato mientras miraba al cielo.
Pato era chiquitito y aunque había dado muchos intentos de volar, todavía no había conseguido alzar el vuelo. Entonces, decidió pedir ayuda a sus amigos.
Fue primero a ver al Pájaro Sabio, que siempre sabía qué hacer.
- ¡Hola, Pájaro Sabio! –saludó Pato con entusiasmo–. Quiero aprender a volar alto. ¿Podrías ayudarme?
- Claro, Pato –respondió el Pájaro Sabio con una sonrisa–. Pero aprender a volar requiere paciencia. Tienes que practicar todos los días y no desanimarte.
- ¡Yo quiero volar ya! –dijo Pato, algo impaciente.
- La paciencia es clave. Si te apuras, podrías lastimarte. Inténtalo y te prometo que volarás –dijo el Pájaro Sabio.
Pato decidió escuchar al Pájaro Sabio y comenzó a practicar. Al principio, sus intentos no eran muy buenos. Un día, mientras batía sus alas, se resbaló y cayó en el barro.
- ¡Ugh! –exclamó Pato, desaprobando el barro en su pluma–. Esto es muy difícil. ¡Quizás nunca lo logre!
Pero de repente, recordó lo que le dijo el Pájaro Sabio. Así que se sacudió, se limpió un poco y volvió a intentarlo.
- ¡Bien! Voy a ser paciente –se dijo a sí mismo.
Al día siguiente, Pato volvió al lago. Esta vez se reunió con sus amigos: la tortuga Lenta y el pez Rápido.
- ¡Hola, amigos! Estoy practicando para volar alto. ¿Quieren verme? –preguntó con alegría.
- ¡Claro que sí! –respondió Lenta, sonriendo–. ¿Necesitas ayuda?
- Sí, pero primero tengo que intentarlo solo –dijo Pato.
Pato subió a una pequeña roca y batió sus alas con todas sus fuerzas. Pero en lugar de volar, tropezó y cayó nuevamente.
- ¡Ouch! –gritó Pato. Pero decidió no rendirse–. Ahora sé que debo ser paciente.
Pasaron los días y Pato seguía practicando. Sus amigos lo animaban siempre:
- ¡Vamos, Pato! –gritaba Rápido mientras nadaba de un lado a otro del lago.
Los días se convirtieron en semanas. A veces Pato se sentía triste.
- ¡Quiero volar ya! –decía frustrado.
- Pero recordá lo que te enseñó el Pájaro Sabio: todo lleva tiempo –le recordaba Lenta con su voz tranquila.
Finalmente, un día Pato se despertó sintiéndose diferente. Había estado practicando con paciencia.
- ¡Hoy es el día! –se dijo Pato emocionado.
Esta vez subió a la roca más alta del lago y miró hacia el cielo. Con un profundo respiro, batió sus alas una vez más y… ¡despegó!
- ¡Estoy volando! –gritó lleno de alegría. Se sentía ligero y feliz mientras surcaba el aire.
Sus amigos lo miraban desde abajo, saltando de emoción.
- ¡Bravo, Pato! –gritó Rápido, mientras Lenta aplaudía despacito con sus pequeñas patas.
Después de volar un buen rato, Pato descendió suavemente, lleno de satisfacción.
- ¡Lo logré! –dijo con una sonrisa–. La paciencia ha valido la pena.
Y así, Pato aprendió que, aunque a veces es difícil esperar, con paciencia todo se puede lograr. Desde ese día, siempre animaba a todos a ser pacientes y seguir sus sueños.
La moraleja: "La paciencia es el camino hacia nuestros sueños. Cada intento nos acerca más a nuestro objetivo."
FIN.