La Baila-Saltarina



En un pequeño y colorido pueblito llamado Saltitown, vivía una niña llamada Valeria, a quien todos llamaban "La Baila-Saltarina". Tenía el pelo enredado, usaba ropa un poco rota y siempre iba descalza. A pesar de su aspecto, Valeria era una niña llena de alegría y pasión por la vida, pero a menudo era malinterpretada por los demás.

Un día, mientras Valeria practicaba su baile en el parque, un grupo de chicos la miraba desde lejos y se reía. "-¡Mirá cómo salta esa chica! Pero no sabe bailar bien! -dijo uno de los chicos.

Valeria, sintiendo que se reían de ella, se detuvo. Pero en vez de enojarse, empezó a bailar con más fuerza, como si desafiara a todos a unirse a su alegría. Con cada salto, florecían flores a su alrededor, y su risa resonaba por todo el parque.

Un poco más tarde, una anciana llamada Doña Rosa se acercó y le dijo: "-Querida, no dejes que nadie te diga que no puedes brillar. La belleza está en lo que haces, no en cómo te ves". Sus palabras llenaron a Valeria de esperanza.

Esa misma tarde, en la escuela, se llevó a cabo un concurso de talentos. Todos estaban ansiosos por ver a los chicos más populares. Valeria pensó en inscribirse, pero su miedo a ser ridiculizada la detuvo. Pero, recordando las palabras de Doña Rosa, decidió lanzar su propio desafío: "-¡Voy a participar! ¡Voy a demostrar que puedo ser la mejor bailarina, sin importar lo que piensen!"

Cuando llegó el día del concurso, Valeria estaba muy nerviosa, pero su amor por el baile la impulsó a salir al escenario. Al principio, los murmullos y risas resonaron entre el público, pero conforme comenzó a bailar, algo mágico ocurrió. Se movía con tanta gracia y alegría que los murmullos se tornaron en aplausos. Su energía llenó la sala, y el público empezó a aplaudir al compás de sus saltos.

"-¡Mirá! ¡Es más divertida de lo que pensé! -dijo uno de los chicos que se había reído de ella.

Valeria se sintió más fuerte con cada ovación, y cuando terminó su número, la sala estalló en aplausos. Todos en Saltitown se dieron cuenta de que la verdadera belleza no estaba en un vestido elegante o en tener el pelo perfectamente arreglado.

"-¡Eres increíble! ¡Tienes que enseñarnos a bailar! -gritó una niña desde el público.

Desde ese día, Valeria no solo se convirtió en la estrella del pueblo, sino que también comenzó a dar clases de baile a todos los niños, sin importar su estilo o situación. El parque se llenó de risas, saltos y bailes, y todos aprendieron que la verdadera belleza emanaba de la alegría que compartían juntos.

Así, Valeria, la Baila-Saltarina, enseñó a cada niño del pueblo a bailar como si estuvieran en el cielo, y poco a poco los prejuicios y las risas despectivas se convirtieron en aplausos y sonrisas.

FIN.

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