La Banda de los Sonidos Mágicos



En el colorido pueblo de Melodía, donde los árboles sonaban al viento y las flores cantaban al amanecer, vivía una pequeña niña llamada Luna. Luna tenía un gran amor por la música y soñaba con formar una banda. Un día, mientras paseaba por el parque, conoció a unos amigos muy especiales.

"¡Hola! Soy Luna", dijo emocionada, mientras un rayo de sol iluminaba su rostro.

"¡Hola! Yo soy Pipo, el pato!" graznó un pato que se deslizaba sobre el agua. Hacía un sonido simpático: "¡Cuac-cuac!"

"Y yo soy Rita, la ardilla!" chirrió una ardillita mientras saltaba de rama en rama. "¡Chirp-chirp!"

"¡Qué divertido! ¿Quieren formar una banda conmigo?" propuso Luna con brillo en sus ojos.

"¡Sí!", gritaron juntos Pipo y Rita, emocionados.

Los tres amigos comenzaron a ensayar en el parque. Pipo tocaba una improvisada flauta que había construido con cañas y Rita hacía melodías al golpear nueces sobre piedras. Luna, por su parte, trajo una tambor que había hecho con una caja de cartón.

"Vamos a tocar una canción y hacer que todos bailen!" exclamó Pipo. "¡Cuac-cuac!"

"¡Sí! Empecemos!" dijo Rita, mientras dada un giro y saltaba sobre la rama más alta.

Pero, al comenzar el ensayo, algunos animales se acercaron, pero no todos parecían estar de buen humor. Un viejo búho llamado Don Sabio les gritó:

"¡Silencio! No pueden hacer ruido en el parque. Los demás animales están descansando."

Luna sintió una punzada de tristeza en su corazón y se preguntó por qué no podían hacer música y compartir su alegría.

"¿No hay otra manera de que podamos tocar sin molestar a nadie?" preguntó, rumiando idea.

De pronto, a Luna se le ocurrió una idea brillante. "¡Y si creamos una canción suave, como un susurro de viento!" propuso.

"¡Pero, Luna! Nunca hemos tocado así... ¿será posible?" dudó Rita.

"¡Claro! Solo hay que ponerle mucho corazón!" respondió Luna, dispuesta a intentarlo.

Así que Luna, Pipo y Rita se pusieron a ensayar. El viento empezó a soplar suavemente, acariciando las hojas de los árboles. El trío, decidido a compartir la música sin romper la calma, mientras creó una canción de alegría y paz. Conejitos, zorros y otros animales que se acercaban comenzaron a disfrutar de aquellas melodías suaves. El viejo búho, al oír la música, cerró los ojos y dijo:

"Eso sí suena bien... muy bien."

Con el paso del tiempo, más animales se unieron. Una tortuga llamada Tula se acercó, trayendo consigo una pequeña concha que hacía melodías al ser soplada.

"¡Puedo ser parte de la banda también!" dijo Tula con gran entusiasmo.

"¡Sí! Cuantos más seamos, más divertida será la música!" gritó emocionada Rita.

Y así, la Banda de los Sonidos Mágicos comenzó a crecer: cada animal trajo su instrumento especial.

Un día, mientras ensayaban para su gran concierto en el parque, un mal tiempo se avecinó. Las nubes se oscurecieron, oyeron el trueno: "¡Bum! ¡Bum!". Todos los animales temieron que el concierto se cancelara.

"¿Qué haremos?" se preguntó Pipo, mirando el cielo sombrío.

"¡No podemos rendirnos!", dijo Luna, con el corazón latiendo fuerte. "Si no podemos tocar afuera, ¡toquemos adentro!"

Así que la banda decidió ir al gran árbol de la sabiduría, que era enorme y tenía un hueco donde podían refugiarse. Entraron y los acogió un hermoso eco que multiplicó cada sonido.

"¡Escuchen!" gritó Rita. "¡Se oye aún mejor aquí!"

Las gotas de lluvia comenzaron a caer, pero, mientras las gotas golpeaban las hojas del árbol: "¡Plic, plic! ¡Plop!".

La banda, con la magia del eco, ¡creó una sinfonía inolvidable! La lluvia se convirtió en parte de su música y, los demás animales, se acercaron, mientras la melodía flotaba en el aire, como un regalo lleno de alegría.

La lluvia dejó de caer y el sol volvió a brillar. La Banda de los Sonidos Mágicos salió del árbol y encontró a todos los animales reunidos disfrutando su música.

"¡Felicidades! ¡Eso fue hermoso!" dijeron los animalitos con gran alegría. Los demás animales habían disfrutado más que nunca de la música.

"¡Gracias a todos! Somos una gran banda gracias a cada uno de ustedes!" agradeció Luna, sintiendo una profunda felicidad.

Y desde aquel día, Luna, Pipo, Rita y todos sus nuevos amigos tocaron cada semana, convirtiendo al parque en un lugar donde la música y la felicidad nunca paraban, llenando los corazones de todos con su magia.

"¡Yupi! ¡La Banda de los Sonidos Mágicos siempre tocará!" exclamaron juntos, mientras sonaban los ecos de sus risas por todo Melodía.

Y así, el sonido de la alegría continuó resonando en cada rincón del pueblo!

FIN.

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