La Bandera de los Valores



Era un día soleado en la Escuela Primaria Arcoíris. Las risas de los chicos resonaban en el patio mientras jugaban al fútbol, al lado del árbol más grande de la escuela. Pero entre risas, había un grupo de amigos que se sentaban en una banca, un poquito apartados. Eran Lucas, Clara y Omar. Lucas, el más aventurero, miraba al cielo como planeando una travesía.

—¿Sabían que hay un tesoro escondido en el patio de la escuela? —dijo Lucas con entusiasmo.

—¿En serio? —preguntó Clara, intrigada—. ¿Qué tipo de tesoro?

—Ojo, no es oro ni joyas. Es algo mucho más valioso: ¡los valores que tenemos que aprender cada día en la escuela! —explícó Lucas, con una sonrisa enorme.

Omar, que siempre pensaba un poco más, preguntó:

–¿Pero cómo vamos a encontrar eso?

—Fácil, vamos a hacer una búsqueda del tesoro —propuso Clara, entusiasmada—. Tendremos que demostrar los valores de la amistad, el respeto y la responsabilidad para encontrarlo.

Así que, decidieron hacer una lista de los valores que querían buscar. Hicieron un mapa del patio, marcando diferentes lugares donde tendrían que resolver retos. Con su mapa y una mochila llena de buen humor, comenzaron su aventura.

Primera parada: el Árbol Sabio, donde siempre se sentaba la Sra. González, su maestra de literatura.

—Sra. González, ¿puede ayudarnos a encontrar el primero de nuestros valores? —preguntó Lucas.

—Claro, chicos. Para encontrar el valor de la amistad, tienen que ayudar a alguien en su clase que lo necesite. —dijo la Sra. González, sonriendo.

Los chicos se miraron preocupados. No sabían a quién ayudar. Pero justo en ese momento, decidieron seguir a Nicolás, un compañero que siempre estaba solo. Lo encontraron triste sentado en una esquina.

—Nico, ¿quieres jugar con nosotros? —invitó Omar.

—No, gracias, no soy bueno en el fútbol —contestó Nicolás.

—Eso no importa. Lo importante es que se diviertan juntos —dijo Clara con confianza—. Yo te enseño.

Luego de varios pases y risas, Nicolás comenzó a sonreír y jugar con ellos. Después de un rato, los amigos se sintieron muy felices por haber ayudado.

—¡Eso es! —gritó Lucas—. Este fue nuestro primer valor: la AMISTAD.

Continuaron su búsqueda. El siguiente lugar era la fuente del respeto, donde siempre había un grupo de chicos que no se llevaban bien. Allí se dieron cuenta de que necesitaban trabajar en el segundo valor.

—Vamos a hacer las paces entre ellos —sugirió Clara.

—¡Buena idea! —dijo Omar—. Vamos a presentarles el juego del círculo, donde todos tienen que hablar y escucharse.

Así que, uno a uno, los chicos empezaron a compartir sus sentimientos, y poco a poco fueron dejando de lado sus diferencias. Cuando terminaron, todos se abrazaron y comenzaron a jugar juntos.

—Esto es el RESPECTO —dijo Lucas con voz emocionada.

Finalmente, se dirigieron a la última parada: el Banco de la Responsabilidad. Al llegar, se encontraron con un grupo de chicos que habían olvidado recoger sus cosas después del recreo.

—Chicos, si no recogen, no será responsabilidad de ustedes y la escuela se verá desordenada —les dijeron.

—¿Les ayudamos a recoger? —propuso Clara.

—Sí, así aprendemos lo que significa asumir lo que tenemos que hacer —dijo Omar.

Así, juntos, ayudaron a recoger todo el desorden del patio. Mientras lo hacían, se dieron cuenta de lo importante que es cumplir con las responsabilidades para que todo funcione bien.

—¡Listo! Ya tenemos todos los valores —dijo Lucas, levantando los brazos.

—No solo los encontramos, los vivimos. —agregó Clara, sonriendo.

Justo entonces, apareció la Sra. González.

—Me parece que han encontrado el verdadero tesoro de nuestra escuela, chicos: ¡los valores! —dijo con orgullo—. Y ahora, ¿qué piensan hacer con esos valores?

Omar, con una sonrisa traviesa, respondió:

—¡Haremos una gran fiesta para todos en la escuela donde todos podrán aprender sobre ellos y cómo aplicarlos en sus vidas!

Todos los chicos aplaudieron. La búsqueda del tesoro había terminado, pero la aventura de aprender y practicar los valores solo había comenzado.

Desde ese día, la Escuela Primaria Arcoíris se llenó de historias sobre valores, y el grupo de amigos se volvió más unido que nunca, sabiendo que el verdadero tesoro estaba en compartir y practicar esos valores todos los días.

Y así, entre risas y enseñanzas, los chicos descubrieron que la verdadera riqueza en la vida se encuentra en los valores que llevamos en el corazón.

FIN.

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