La bandera del parque



Había una vez, en la hermosa ciudad de Guayaquil, un grupo de amigos llamados Mateo, Sofía y Juanito. Eran niños curiosos y siempre estaban buscando nuevas aventuras.

Un día soleado, mientras exploraban el parque cerca de sus casas, vieron algo brillante entre los arbustos. Se acercaron con cautela y descubrieron unas banderas rojas que decían "¡Sé libre!". - ¡Miren esto! -exclamó Mateo emocionado-. ¿Qué creen que signifique? Los tres amigos se miraron confundidos.

No entendían por qué alguien pondría esas banderas allí. Decidieron investigar y buscar respuestas. Se dirigieron a la biblioteca del pueblo para consultar libros sobre la historia de su ciudad.

Allí conocieron a don Pedro, un anciano sabio que les contó sobre la Independencia de Guayaquil. - Hace muchos años -les dijo don Pedro-, nuestra querida ciudad luchó por su libertad.

Fue un momento histórico en el cual nuestros antepasados se levantaron contra el dominio extranjero y proclamaron su independencia. Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar aquella historia tan valiente. Comprendieron entonces el significado de las banderas rojas que habían encontrado: eran símbolos de la libertad que tanto valoraban aquellos héroes del pasado.

Decididos a honrar esa lucha por la independencia, los amigos organizaron una pequeña celebración en el parque para contarle a todos los niños del barrio lo que habían aprendido. - ¡Amigos! -gritó Sofía desde lo alto de un banco-.

Hoy hemos descubierto algo maravilloso. Nuestra ciudad, Guayaquil, se liberó hace muchos años gracias al coraje y la valentía de nuestros antepasados. Los niños escucharon atentamente mientras Sofía les contaba la historia.

Algunos estaban sorprendidos, otros emocionados, pero todos entendieron el valor de la libertad. - Hoy celebramos nuestra independencia -continuó Mateo-. Y recordamos a aquellos que lucharon por ella. Todos debemos ser conscientes de lo afortunados que somos por vivir en un país libre y democrático.

Los niños levantaron las banderas rojas y las agitaron con orgullo en el aire. La emoción llenaba sus corazones mientras cantaban canciones patrióticas y compartían risas y juegos.

A partir de ese día, los amigos siguieron explorando su ciudad con nuevos ojos. Cada vez que veían una bandera roja, recordaban la importancia de la libertad y cómo había sido conquistada con esfuerzo y sacrificio. Mateo, Sofía y Juanito aprendieron una lección valiosa: nunca debemos dar por sentada nuestra libertad.

Es un tesoro preciado que debemos proteger y valorar siempre.

Y así, inspirados por aquel descubrimiento inesperado, los tres amigos continuaron explorando nuevas aventuras juntos, sabiendo que cada paso que dieran era en honor a aquellos héroes del pasado que habían hecho posible su libertad.

FIN.

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