La batalla del agua



En un barrio lejano, donde el sol brillaba,

los vecinos luchaban porque el agua escaseaba.

Había un grupo unido, lleno de valor,

sus corazones latían con dulce fervor.

- ¡Compañeros! - gritó Clara, la más valiente -

la sequía nos aqueja y no hay agua suficiente.

Debemos organizarnos, no podemos rendirnos,

nuestro barrio necesita, ¡no podemos irnos! -

Los días pasaban, el pozo se vaciaba,

y los vecinos, cansados, la esperanza dudaba.

Pero un día llegó Tomás, de otro barrio a contar:

- En el mío hay un río, ¡podemos ir a buscar! -

Los ojos brillaron, una idea surgió,

- Si cruzamos la loma, el río hallaremos yo. -

Dijo Clara emocionada, su espíritu alzaba,

- ¡Hagamos una excursión! ¡Seremos una manada! -

Así se armó la marcha, con cánticos y risas,

pero pronto se dieron cuenta, no había muchas brisas.

- ¡Miren esa nube! - gritó un niño feliz -

hay agua en el cielo, ¡esperemos que lloviz! -

Las esperanzas crecieron, pero el cielo se nubló,

y al instante comenzó a llover, ¡con fuerza y sin control!

Los charcos se formaron, el río creció veloz,

y los vecinos festejaron, por fin tenían su voz.

- ¡El agua! ¡El agua! - gritaban con emoción,

y entonces Clara, pensativa, hizo una reflexión:

- Amigos, es un regalo, no lo olvidemos más,

hay que cuidarlo entre todos, así vamos a estar.

Días después, la lluvia volvió a su hogar,

y el agua del río se terminó de desviar.

Los barrios vecinos, unidos en el andar,

decidieron construir un canal para guardar.

- ¡Juntos seremos fuertes! - exclamó un viejo sabio,

y así la cooperación se volvió su legado.

Las diferencias se borraron, ya no había rival,

y el agua en sus vidas se hizo un manantial.

Por siempre recordarían la batalla del agua,

no solo como lucha, sino como una saga.

Cada gota preciosa, cada amigo sincero,

fue el lazo que unió a aquel barrio entero.

FIN.

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