La Befana y el Caramelo Perdido
Era una noche fresca en un pequeño pueblo de Italia, donde las calles estaban adornadas con luces y los niños esperaban con ilusión la llegada de La Befana. Los pequeños sabían que esta bruja bondadosa volaba en su escoba, llevando caramelos para aquellos que habían sido buenos durante el año y un trozo de carbón para los que no se habían portado tan bien.
Un niño llamado Luca estaba ansioso por recibir su merecido regalo. Desde que su hermana menor, Sofía, comenzó la escuela, él había intentado ser el mejor hermano del mundo, ayudándola a hacer los deberes y jugando con ella en el parque.
"¡Espero que La Befana me traiga una bolsa llena de caramelos!" - decía Luca mientras saltaba de la emoción.
Sofía, muy emocionada también, replicó:
"Yo también, pero ¿qué pasará con los niños que no han sido buenos?"
Luca se encogió de hombros.
"Quizás sólo necesitan un poco de ayuda para aprender a portarse bien. La Befana siempre tiene buena intención".
Esa noche, antes de dormir, Luca decidió escribirle una carta a La Befana. En su carta, le pedía no solo por caramelos, sino también que ayudara a aquellos niños que a veces no sabían cómo ser buenos.
Al llegar la medianoche, mientras los invitados del sueño llegaban, La Befana voló de casa en casa.
"¡Ho, ho, ho!" - exclamó mientras dejaba caramelos en las casas donde los niños habían sido buenos.
Pero al llegar a la casa de un niño travieso llamado Matteo, que había estado molestando a sus amigos y no cumplía con los deberes, La Befana se detuvo pensativa.
"¿Debería dejarle solo carbón?" - se preguntó. Pero recordó la carta de Luca.
Entonces, decidió hacer algo diferente.
"Voy a dejarle un caramelo junto con un mensaje. Quizás así entienda lo que está haciendo mal".
A la mañana siguiente, Luca se despertó emocionado y corrió hacia el árbol donde había dejado su carta. Encontró una gran bolsa llena de caramelos, pero también había un pequeño trozo de carbón.
"¿Por qué tengo carbón?" - preguntó sorprendida Sofía.
"Mirá, la Befana dejó un mensaje" - respondió Luca, cuando encontró una notita entre los dulces.
"Querido niño, los caramelos son para celebrar tu amabilidad con tu hermana. El carbón es un recordatorio para que nunca olvides ayudar a los que lo necesitan, incluso si son tus amigos y no entienden cómo ser buenos. Los errores se corrigen con amor, no con rencor".
Sofía sonrió.
"¡Qué hermosa lección! La Befana tiene razón. Todos podemos aprender a ser mejor".
Con su nuevo aprendizaje, Luca decidió hacer algo especial. Junto a Sofía, fueron a la casa de Matteo.
"¡Hola Matteo!" - lo saludó Luca con una sonrisa.
"Trajimos caramelos, pero también un par de ideas. ¿Te gustaría jugar? Necesitamos un buen compañero".
Matteo miró desconcertado.
"¿A mí me invitan a jugar?" - preguntó.
Luca asintió.
"Claro, pero también me gustaría que juntos podamos ayudarnos a ser buenos amigos. Aprendamos a jugar sin molestar a los demás".
A partir de ese día, Luca, Sofía y Matteo se convirtieron en amigos inseparables y trabajaron juntos para crear un espacio de juegos donde todos se sintieran bienvenidos. Así, no solo disfrutaron de los caramelos, sino también aprendieron que ser buenos trae muchas más alegrías.
Durante todo el año, los niños se ayudaban mutuamente y, la siguiente vez que La Befana llegó, todos recibieron sus caramelos sin carbón.
Y así, en un pequeño pueblo de Italia, la bondad y la amistad florecieron, todo gracias a la magia de La Befana y a un niño con una gran lección en el corazón.
FIN.