La belleza de la amistad
Había una vez en un hermoso lago, un patito feo llamado Federico. A diferencia de los demás cisnes y patitos bonitos que nadaban alegremente en el agua, Federico se sentía triste y desplazado por ser diferente.
Un día, mientras Federico nadaba solitario en el lago, un niño travieso llamado Tomás lo vio y decidió perseguirlo. El pequeño niño corría detrás de Federico, quien asustado comenzó a llorar mientras intentaba escapar.
- ¡Déjame en paz! ¡No me hagas daño! -suplicaba Federico entre sollozos. Pero Tomás no escuchaba sus ruegos y continuaba persiguiéndolo sin compasión. Hasta que de repente, algo inesperado sucedió: al doblar una esquina del lago, Tomás tropezó con una rama y cayó al agua.
Federico, preocupado por el niño, se acercó nadando rápidamente para ayudarlo a salir del agua. Tomás, sorprendido por la acción del patito feo que tanto había perseguido, lo miró con gratitud y arrepentimiento en sus ojos.
- Lo siento mucho, no quería asustarte ni lastimarte. Me equivoqué al juzgarte solo por ser diferente -dijo Tomás avergonzado. Federico lo miró con ternura y le dijo: "Todos somos únicos y especiales a nuestra manera.
No importa si somos diferentes; lo importante es cómo tratamos a los demás". Tomás reflexionó sobre las palabras de Federico y comprendió su error. Decidió disculparse sinceramente con él y desde ese día se convirtieron en grandes amigos.
Juntos nadaban por el lago, jugaban e incluso ayudaban a otros animales que necesitaban ayuda.
Con el tiempo, la amistad entre Federico y Tomás se volvió tan fuerte que ya no importaba si uno era un patito feo o un niño travieso; lo único que importaba era el cariño sincero que se tenían el uno al otro.
Y así demostraron que la verdadera belleza radica en el interior de cada ser vivo, enseñando a todos en el lago la importancia de respetar las diferencias y valorar la amistad verdadera sin prejuicios ni juicios superficiales. Y colorín colorado este cuento ha terminado llenando de amor los corazones de quienes lo escuchan.
FIN.