La Belleza de la Diversidad
En lo profundo de la selva mexicana vivía Quetzalcoat, un ser mágico con escamas brillantes y alas multicolores que brillaban con cada rayo de sol.
Quetzalcoat era conocido por su sabiduría y bondad, siempre dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban. Un día, mientras volaba sobre la selva, Quetzalcoat escuchó risas y cantos provenientes de un pequeño pueblo. Decidió acercarse para ver qué estaba sucediendo y descubrió a una niña llamada Peculias.
Peculias era diferente al resto de los niños del pueblo: tenía el cabello verde como las hojas de los árboles, ojos grandes como luciérnagas y una risa contagiosa que alegraba a todos los que la rodeaban.
Quetzalcoat se acercó a Peculias con curiosidad, fascinado por su singularidad. "-¡Hola, pequeña! ¿Por qué eres tan especial?", preguntó el ser mágico con voz amable. Peculias sonrió ampliamente y respondió: "-¡Hola! Soy especial porque veo el mundo de manera diferente.
Me encanta explorar la naturaleza y encontrar belleza en las cosas más simples". Quetzalcoat quedó impresionado por la sabiduría de la niña peculia y decidió pasar tiempo junto a ella para aprender más sobre su forma única de ver el mundo.
Juntos recorrieron la selva, descubriendo secretos escondidos entre las hojas verdes y las flores coloridas. Un día, mientras caminaban cerca de una cascada cristalina, Peculias tropezó y cayó al agua. Quetzalcoat rápidamente extendió sus alas y voló hacia ella para rescatarla.
"-¡No temas, pequeña! ¡Estoy aquí para cuidarte!", exclamó el ser mágico mientras llevaba a Peculias a tierra firme. Peculias miró a Quetzalcoat con gratitud en sus ojos brillantes y dijo: "-Gracias por salvarme, amigo mágico. Eres realmente increíble".
Desde ese día, Quetzalcoat se convirtió en el protector de Peculias, acompañándola en todas sus aventuras y enseñándole aún más sobre la magia del mundo que los rodeaba.
Juntos demostraron que la verdadera grandeza radica en aceptar nuestras diferencias y apreciar la belleza única que cada uno posee.
Y así, Quetzalcoat y la niña peculia se convirtieron en leyendas vivientes en aquel pequeño pueblo perdido en medio de la selva mexicana, inspirando a todos aquellos que cruzaban sus caminos a abrazar su propia peculiaridad con orgullo y alegría.
FIN.