La belleza de la generosidad


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Camila.

Camila era conocida por ser la niña más hermosa del lugar, con sus ojos brillantes como el sol y su cabello largo y sedoso que ondeaba al viento. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, se encontró con un hada madrina que le dijo: "Camila, tu belleza es incomparable, pero recuerda que la verdadera belleza proviene de dentro".

La niña quedó sorprendida por las palabras del hada y decidió preguntarle qué quería decir exactamente.

"Querida Camila", comenzó el hada con voz suave, "la belleza exterior puede deslumbrar a los demás, pero lo que realmente importa es cómo tratamos a los demás y cómo nos comportamos". Camila reflexionó sobre las palabras del hada mientras regresaba a su casa.

Al llegar, se encontró con su vecina Doña Rosa, una anciana amable y bondadosa que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás. Sin embargo, Doña Rosa no era considerada —"hermosa"  por los estándares convencionales. "Buenas tardes, Doña Rosa", saludó Camila con una sonrisa. "¡Oh! Buenas tardes, mi querida Camila", respondió la anciana con alegría.

Mientras hablaban juntas durante horas, Camila se dio cuenta de que la verdadera belleza de Doña Rosa radicaba en su corazón generoso y en la forma en que cuidaba de los demás sin esperar nada a cambio.

A partir de ese día, Camila decidió seguir el ejemplo de Doña Rosa y dedicarse a ayudar a quienes lo necesitaban en su comunidad. Pronto descubrió que ser amable y solidaria hacía brillar aún más su belleza interior.

Con el tiempo, la gente del pueblo dejó de hablar solo de la belleza física de Camila para destacar lo maravillosa persona que era.

Y así entendió finalmente el valioso consejo del hada madrina: la verdadera belleza reside en nuestros actos cotidianos y en cómo tratamos a los demás. Y colorín colorado este cuento ha terminado; recordemos siempre que nuestra verdadera belleza está en nuestro interior.

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