La belleza de Rosita
Había una vez en un lejano pueblo llamado Peludópolis, donde todos los habitantes tenían el cabello más hermoso que pudieras imaginar. Desde largas melenas doradas hasta rizos rebeldes, cada persona lucía su propio estilo con orgullo.
En medio de este lugar tan especial vivía Rosita, una niña alegre y curiosa que siempre había sido conocida por su larga cabellera negra como el carbón.
A Rosita le encantaba jugar en los prados verdes y cantarle a las flores mientras trenzaba sus largos mechones. Un día, mientras jugaba en el bosque encantado, algo extraordinario sucedió.
Un hada traviesa apareció de repente frente a Rosita y sin previo aviso ¡zas! le lanzó un hechizo que hizo desaparecer todo su cabello dejándola completamente pelona. Al principio, Rosita se asustó al ver su cabeza calva reflejada en el arroyo cercano, pero luego recordó algo importante: la verdadera belleza viene desde adentro.
Rosita decidió emprender un viaje para encontrar al hada y pedirle que deshiciera aquel hechizo tan travieso. En su camino conoció a personajes muy singulares como el conejo parlanchín y la mariposa bailarina que la ayudaron con pistas para llegar al escondite del hada.
Finalmente, después de superar obstáculos y resolver acertijos, Rosita llegó ante la presencia del hada traviesa. Con valentía y determinación le pidió que devolviera su cabello porque aunque lo amaba mucho también sabía que lo más importante era aceptarse tal como era.
El hada quedó sorprendida por la sabiduría de Rosita y decidió concederle un nuevo hechizo: le devolvió su largo cabello negro pero esta vez con destellos plateados brillando como estrellas en la noche.
La pequeña niña sonrió emocionada al verse reflejada en el arroyo otra vez. Al regresar a Peludópolis, todos los habitantes recibieron a Rosita con alegría y admiración por su valentía.
A partir de ese día, ella les enseñó una gran lección: no importa cómo luzcas por fuera, lo realmente bello es ser auténtico y bueno por dentro.
Y así fue como Rosita aprendió a valorar no solo su apariencia física sino también sus cualidades internas, convirtiéndose en un ejemplo para todos en Peludópolis sobre la importancia de la autoaceptación y la verdadera belleza que reside en cada uno de nosotros.
FIN.