La belleza interior de Clara



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Flores, una mamá llamada Clara. Clara era una mujer hermosa, con ojos brillantes como diamantes y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.

Tenía dos hijos, Martín y Sofía, a quienes amaba más que a nada en el mundo. Un día, mientras paseaban por el jardín de su casa, Martín le dijo a su mamá: "Mamá, eres hermosa como la rosa, tus ojos son brillantes como diamantes".

Clara se emocionó tanto al escuchar esas palabras de su hijo que decidió contarles una historia mágica sobre la importancia de ver la belleza en todas las cosas.

"Hace mucho tiempo, en un reino lejano, vivía un mago muy poderoso", comenzó Clara. "Este mago tenía un espejo mágico que reflejaba la verdadera belleza interior de las personas". Martín y Sofía escuchaban atentamente mientras su mamá continuaba con la historia.

"Un día, el mago decidió regalarle el espejo a la princesa del reino. La princesa se miró en el espejo y vio reflejada no solo su belleza exterior, sino también sus acciones bondadosas y amorosas hacia los demás".

Los niños estaban fascinados por la historia de su mamá y querían saber qué pasaba después. "La princesa aprendió que la verdadera belleza no está solo en lo que ven nuestros ojos, sino en cómo tratamos a los demás y en nuestra bondad hacia ellos", explicó Clara.

"Desde ese día, la princesa se convirtió en ejemplo de amor y generosidad para todos en el reino".

Martín y Sofía entendieron el mensaje detrás de la historia de su mamá: la verdadera belleza radica en ser amable, generoso y compasivo con los demás. A partir de ese día, los niños comenzaron a ver el mundo con otros ojos.

Apreciaban las pequeñas cosas: un gesto amable hacia un amigo, ayudar a alguien que lo necesitara o simplemente sonreírle a un desconocido por la calle. Clara estaba orgullosa de sus hijos por haber comprendido tan importante lección. Y así siguieron viviendo felices en Villa Flores, recordando siempre que la verdadera belleza está dentro de cada uno de nosotros.

Y colorín colorado esta historia ha terminado pero nunca olvides apreciar tu propia belleza interior.

FIN.

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