La belleza verdadera


Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una señorita llamada Jenny Uña. Era una joven muy coqueta y siempre se preocupaba por lucir hermosa.

Pasaba horas frente al espejo arreglándose el cabello, pintándose las uñas y eligiendo los vestidos más elegantes. Jenny vivía con su abuelita, Doña Rosa, quien siempre le decía que la belleza exterior no era lo más importante. Pero a pesar de sus consejos, Jenny seguía obsesionada con su apariencia.

Un día, mientras caminaba por el parque luciendo su nuevo vestido rosa y zapatos brillantes, tropezó con un palo y cayó al suelo. Todos los niños que estaban jugando en el parque comenzaron a reírse de ella.

"¡Miren a Jenny Uña! ¡Se cayó como una patito torpe!"- se burlaron los niños. Jenny se levantó rápidamente y corrió hacia su casa con lágrimas en los ojos. Al llegar a casa, se encerró en su habitación y lloró amargamente.

Doña Rosa escuchó el llanto de Jenny y entró rápidamente a consolarla. "¿Qué te pasó mi querida Jenny?"- preguntó Doña Rosa preocupada. "Me caí en el parque abuela... todos se rieron de mí"- sollozaba Jenny entre sollozos.

Doña Rosa acarició el rostro de Jenny con ternura y le dijo:"Mi nieta hermosa, la belleza verdadera no está solo en nuestro exterior. La verdadera belleza radica en cómo tratamos a los demás y cómo nos sentimos en nuestro interior.

No importa si te caes o si no luces perfecta, lo importante es ser amable y respetuosa con los demás". Jenny reflexionó sobre las palabras de su abuela y decidió hacer un cambio en su actitud.

A partir de ese día, se preocuparía menos por su apariencia exterior y más por ser una persona amable y generosa. La noticia de la transformación de Jenny Uña se extendió rápidamente por el pueblo.

La gente comenzó a hablar sobre su nueva actitud y muchos quedaron impresionados. Un día, mientras Jenny caminaba por el parque, vio a un niño llamado Lucas llorando en un banco. Se acercó a él con una sonrisa cálida.

"Hola Lucas, ¿qué te pasa?"- preguntó Jenny con dulzura. Lucas le contó que había perdido su juguete favorito en el parque y estaba muy triste. Sin pensarlo dos veces, Jenny se ofreció a ayudarlo a buscarlo.

Pasaron horas buscando el juguete sin éxito, pero eso no desanimó a Jenny. Decidió comprarle un juguete nuevo para reemplazarlo como muestra de amistad. Cuando le entregó el regalo a Lucas, sus ojos se llenaron de alegría y gratitud. "Gracias Jenny Uña ¡Eres la mejor!"- exclamó Lucas emocionado.

Desde ese día, Jenny Uña siguió siendo coqueta pero aprendió que la verdadera belleza radicaba en sus acciones bondadosas hacia los demás.

Dejó atrás su obsesión por lucir perfecta todo el tiempo y se enfocó en ser una persona amable y generosa.

Y así, la historia de Jenny Uña se convirtió en un ejemplo para todos los niños del pueblo, quienes aprendieron que la belleza verdadera no está en el exterior, sino en nuestro corazón y cómo tratamos a los demás.

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