La Biblioteca de las Historias Perdidas



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Historilandia, una biblioteca mágica que guardaba las historias de cada persona que había vivido allí. Esta biblioteca era muy especial, ya que solo una persona, un niño llamado Nicolás, tenía la llave para entrar. Nicolás, con su curiosidad infinita, pasaba horas dentro de la biblioteca, devorando historias que parecían cobrar vida alrededor de él.

Un día, mientras hojeaba un libro de tapas doradas, se encontró con una historia que lo sorprendió: "La aventura de la niña perdida en el bosque". Intrigado, Nicolás se sumergió en la lectura. De repente, sintió que la biblioteca temblaba y, en un parpadeo, se encontró en medio de un bosque frondoso.

"¿Dónde estoy?" - murmuro Nicolás, mirando a su alrededor con asombro.

De pronto, se le apareció una niña con una larga trenza y una sonrisa radiante.

"¡Hola! Soy Luna. ¿Eres un personaje de un cuento?" - preguntó entusiasmada.

"No, soy Nicolás, un chico de Historilandia. No sé cómo llegué aquí" - respondió él.

"Yo estoy perdida. Necesito ayuda para volver a casa. ¿Puedes ayudarme?" - solicitó Luna.

Nicolás asintió con determinación. Entonces, juntos, decidieron que tendrían que buscar el camino de regreso, pero para ello, necesitarían descubrir la historia de Luna. Ella le contó sobre su familia y cómo solía jugar con sus amigos en su pueblo, pero un día se alejó demasiado y se perdió en el bosque. Nicolás sabía que debía ayudarla a encontrar su camino otra vez.

"Tal vez debamos buscar pistas que nos digan cómo volver" - sugirió Nicolás.

Mientras caminaban, encontraron un viejo árbol con una inscripción.

"Mira! Dice que el camino se encuentra donde los pájaros cantan más fuerte" - dijo Luna con emoción.

Nicolás sonrió.

"¡Sigamos su canto!"

Así que siguieron el sonido de los pájaros, encontrando coloridos animales y flores vibrantes por el camino. Sin embargo, de repente, un gran lobo apareció ante ellos.

"¡Alto!" - gruñó el lobo. "Nadie pasa sin responder mis acertijos".

Nicolás y Luna se miraron con miedo.

"¿Qué tipo de acertijos?" - preguntó Nicolás con valentía.

"Uno simple, lo resolverán juntos: ¿Qué cosa es más ligera que una pluma, pero el más fuerte de los hombres no puede sostenerla por mucho tiempo?".

Nicolás pensó y pensó, pero no se le ocurría nada. Entonces, Luna lo miró y dijo:

"¡El aliento!"

El lobo se sorprendió y sonrió.

"¡Correcto! Pueden pasar".

Aliviados, continuaron su camino y finalmente llegaron a un claro donde los pájaros cantaban al unísono.

"Debemos estar cerca de casa" - exclamó Luna, llena de esperanza.

Finalmente, encontraron una pequeña puerta iluminada con luz dorada. Nicolás sintió un extraño latido en su pecho.

"¿Este será el lugar donde perteneces?" - preguntó.

"Sí,! ! ! ! ! !" - gritó Luna.

De repente, parecieron desplazarse, flotando hacia la puerta. Al cruzarla, ambos se encontraron en un hermoso jardín lleno de risas y juegos.

"¡Estoy en casa!" - dijo Luna con lágrimas de felicidad.

"Me alegro por vos, Luna. Pero, ¿cómo volveré yo?" - preguntó Nicolás, sintiéndose un poco triste.

"Siempre estarás en el corazón de nuestras historias, Nicolás. Y siempre podrás regresar" - respondió ella, sonriendo.

Con un parpadeo, Nicolás se encontró de nuevo en la biblioteca, con el corazón lleno de alegría y una gran lección: las historias no solo nos transportan a otros lugares, sino que también nos unen y nos enseñan sobre la amistad, el valor y cómo ayudarnos mutuamente.

Desde ese día, Nicolás no solo se convirtió en un lector voraz, sino que también se dedicó a contar las historias de su pueblo, llenando la biblioteca con nuevas aventuras y enseñanzas para las generaciones futuras. Así, la biblioteca siguió siendo un lugar mágico, donde cada cuento tenía el poder de conectar a las personas, su historia, sus sueños y sus corazones.

FIN.

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