La biblioteca de Pedro


Había una vez un niño llamado Pedro, que siempre estaba lleno de energía y alegría. Era un alumno ejemplar y siempre se esforzaba por hacer todas sus tareas y ayudar a su profesora.

Un día, Pedro llegó a la escuela muy emocionado. Había terminado todas sus tareas la noche anterior y estaba listo para aprender cosas nuevas en clase. Al entrar al salón, vio a su profesora, la señorita Laura, con una cara preocupada.

"¡Buenos días, señorita Laura! ¿Qué te pasa?", preguntó Pedro curioso. La señorita Laura suspiró y respondió: "Pedro, hoy no me siento muy bien. Tengo mucho trabajo acumulado y estoy agotada". Pedro frunció el ceño, preocupado por su querida profesora.

Decidió que haría todo lo posible para ayudarla ese día. Durante las primeras horas de clase, Pedro prestó mucha atención y respondió todas las preguntas correctamente. La señorita Laura sonrió orgullosa al ver el esfuerzo del niño.

"Muy bien, Pedro", dijo ella. "Eres un gran estudiante". Después del recreo, mientras los demás niños jugaban en el patio de la escuela, Pedro se acercó a la señorita Laura con una idea brillante.

"Señorita Laura", le dijo emocionado, "he pensado en algo que podría ayudarte a terminar tu trabajo más rápido". La profesora levantó una ceja intrigada. "¿En serio? Cuéntame más".

Pedro explicó su plan: él organizaría los libros en la biblioteca de la escuela mientras la señorita Laura corregía los exámenes. Así, ambos podrían terminar más rápido y ella se sentiría mejor. La señorita Laura se sorprendió por la iniciativa de Pedro y aceptó su ayuda con gratitud. Juntos, se pusieron manos a la obra.

Mientras Pedro organizaba los libros por categorías, la profesora corregía los exámenes y hacía anotaciones en las libretas de sus alumnos. Pasaron horas trabajando juntos, pero el tiempo voló gracias a su colaboración.

Cuando terminaron, el salón lucía impecable y todos los deberes estaban al día. "¡Lo logramos!", exclamó Pedro emocionado. "Hemos hecho un gran equipo". La señorita Laura sonrió ampliamente y abrazó a Pedro. "Estoy muy orgullosa de ti", le dijo.

"Gracias por ser tan atento y ayudarme cuando más lo necesitaba". Ese día, Pedro aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ayudar a los demás y trabajar en equipo.

Comprendió que no solo era importante hacer sus tareas escolares, sino también estar dispuesto a colaborar con quienes lo rodeaban. Desde ese día en adelante, Pedro siguió siendo un alumno ejemplar y siempre buscaba oportunidades para ayudar a sus compañeros y profesores.

Y así fue como el pequeño Pedro descubrió que su alegría no solo radicaba en hacer bien sus tareas, sino también en ser amable y solidario con los demás.

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