La bicicleta del corazón



Había una vez un niño llamado Bautista, que tenía 2 años y aún no hablaba. A pesar de eso, le encantaba salir en su bicicleta y recorrer los hermosos paisajes de su ciudad.

Bautista vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y ríos cristalinos. Todos los días, salía con su bicicleta roja a explorar nuevos lugares. Aunque no podía comunicarse con palabras, se expresaba a través de grandes sonrisas y gestos amigables.

Un día, mientras pedaleaba por el parque central del pueblo, Bautista vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Se acercó lentamente hasta ellos para observar el juego. Los niños lo miraron sorprendidos al verlo sin hablar.

- ¡Hola! ¿Cómo te llamas? - preguntó uno de los niños. Bautista señaló hacia sí mismo y sonrió ampliamente. - ¿Quieres jugar con nosotros? - preguntó otro niño. Bautista asintió emocionado y se unió al partido.

Aunque no podía hablar, demostró ser muy hábil en el fútbol. Sus movimientos eran ágiles y precisos, sorprendiendo a todos los presentes. Después del juego, los niños se dieron cuenta de que Bautista era diferente pero igualmente valioso como amigo.

Decidieron invitarlo a formar parte de su grupo siempre que quisiera jugar con ellos. A partir de ese día, Bautista encontró amigos verdaderos con quienes compartía divertidas aventuras cada vez que salían en bicicleta o jugaban juntos en el parque.

No necesitaba palabras para expresarse, su amor por la bicicleta y su espíritu amigable lo hacían especial. Un día, mientras Bautista exploraba un camino desconocido en su bicicleta, se encontró con un perro callejero que parecía asustado y triste.

Se acercó despacio y extendió su mano para acariciarlo. - ¿Qué te pasa, perrito? - preguntó Bautista con ternura. El perro respondió moviendo la cola y lamiendo la mano de Bautista. Parecía haber encontrado a alguien que realmente lo entendiera sin palabras.

Bautista decidió llevar al perro a casa y cuidarlo como si fuera parte de su familia. Juntos, recorrieron las calles del pueblo en bicicleta y jugaron sin cesar.

La noticia sobre el niño que no hablaba pero tenía una increíble habilidad para montar en bicicleta y el perro callejero se esparció rápidamente por todo el pueblo. La gente comenzó a admirar a Bautista por su valentía y amabilidad hacia los demás seres vivos.

Un día, cuando Bautista estaba jugando con sus amigos en el parque, llegó sorpresivamente un grupo de periodistas interesados en conocerlo mejor. Le hicieron muchas preguntas sobre cómo era posible que no hablara pero pudiera comunicarse tan bien con gestos y sonrisas.

Bautista miró a los periodistas con determinación e hizo señas para pedir papel y lápiz. Con gran habilidad dibujó una hermosa bicicleta junto a sí mismo sonriendo felizmente.

Los periodistas entendieron el mensaje de Bautista: no importa cómo nos comuniquemos, lo importante es encontrar nuestra pasión y compartirla con los demás. A partir de ese momento, el pueblo entero se llenó de admiración por la valentía y determinación de Bautista.

El alcalde del pueblo decidió organizar una gran carrera en bicicleta para honrarlo. En el día de la carrera, Bautista pedaleó con todas sus fuerzas hasta llegar a la meta. A su paso, todos los habitantes del pueblo lo aplaudían y animaban.

Aunque no pudiera hablar, había demostrado que podía lograr grandes cosas si se lo proponía. Desde aquel día, Bautista siguió siendo un ejemplo para todos en el pueblo.

Su amor por las bicicletas y su capacidad para comunicarse sin palabras enseñaron a las personas que no necesitamos hablar para ser valiosos y amados por los demás.

Y así fue como Bautista, el niño que no hablaba pero amaba salir en bicicleta, dejó una huella imborrable en la vida de todos quienes tuvieron la suerte de conocerlo.

FIN.

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