La bicicleta perdida


Había una vez un niño llamado Nachito, que estaba muy emocionado porque su mamá Mane y su papá Ezequiel le habían regalado una bicicleta nueva.

Él estaba tan feliz que no podía esperar a salir a dar una vuelta por la ciudad. Un día, mientras iba en su bicicleta, Nachito vio un cartel anunciando el recital de Soledad en la cancha de Newell"s.

Él sabía que a su mamá le encantaba Soledad y decidió pedirle permiso para ir al concierto. "Mamá, ¿puedo ir al recital de Soledad? ¡Por favor!", preguntó Nachito con entusiasmo. "¡Claro que sí! Pero tienes que prometerme que serás cuidadoso mientras vas en tu bicicleta", respondió Mamá Mane.

Nachito prometió ser cuidadoso y se fue corriendo a prepararse para el gran evento. Cuando llegó al estadio, se encontró con miles de personas cantando y bailando al ritmo de la música.

De repente, Nachito se dio cuenta de algo: había olvidado ponerle candado a su bicicleta. Así que decidió dejarla cerca del estadio donde pudiera verla desde el escenario. El recital comenzó y todo parecía ir bien hasta que empezaron a caer gotas del cielo.

La lluvia empeoraba cada vez más y los asistentes empezaron a retirarse del lugar. En ese momento, Nachito recordó dónde había dejado su bicicleta y corrió hacia allí para asegurarse de que aún estaba allí.

Cuando llegó, se dio cuenta de que su bicicleta ya no estaba. Nachito empezó a sentirse triste y preocupado.

¿Qué iba a hacer sin su bicicleta nueva? De repente, escuchó una voz detrás de él: "¿Estás buscando algo?" Era un hombre mayor que había visto a Nachito buscando su bicicleta. "Sí, estoy buscando mi bicicleta", respondió Nachito con lágrimas en los ojos. El hombre le preguntó cómo era la bicicleta y después de describirla, el hombre le dijo: "La vi cuando caminaba hacia mi auto.

Ven conmigo y te llevaré hasta allí". Nachito siguió al hombre hasta su auto y juntos encontraron la bicicleta de Nachito en la parte trasera del coche de un ladrón que intentaba escapar.

Gracias a la ayuda del buen samaritano, Nachito pudo recuperar su bicicleta nueva y regresar a casa feliz. Aprendió una valiosa lección sobre ser cuidadoso con sus cosas y estar atento a lo que ocurre alrededor de él.

Desde ese día, siempre aseguraba bien su bicicleta antes de irse a algún lugar importante. Y nunca olvidaría la amabilidad del extraño que lo ayudó en aquel día lluvioso en el recital de Soledad en la cancha de Newell"s.

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