La Boca de Azul y Oro



Había una vez en un pueblo lleno de alegría y color, un lugar donde todos vivían felices, llamado Coloresville. En el corazón de este pueblo vibrante, había un río que parecía un espejo de las nubes: azul y dorado. Todos los habitantes solían decir que aquel río tenía poderes mágicos, y muchos se acercaban a sus orillas para pescar y contar historias.

Un día, un niño llamado Mateo decidió que era el momento de explorar los misterios que guardaba aquel mágico río. "Quiero descubrir si realmente tiene poderes mágicos,"- pensó mientras se ataba su gorra azul y partía hacia la orilla más cercana.

Mateo llegó al río y se sentó sobre una piedra, admirando la brilla del agua. De pronto, escuchó un suave susurro.

"¿Quién está ahí?"- preguntó, algo asustado.

"¡Soy yo, el pez dorado!"- respondió un pez saltarín que emergió del agua. Su piel brillaba bajo el sol, reflejando destellos que iluminaban a los alrededores. "Llevo esperando a alguien como vos para contar una historia muy especial."-

Mateo, interesado, le dijo: "Contame, por favor. Estoy listo para escuchar."-

El pez dorado comenzó a narrar cómo el río había sido azul y dorado gracias a la amistad de dos seres muy diferentes: un pájaro azul que anidaba en los árboles de las orillas y una mariposa dorada que danzaba entre las flores. "Ellos compartían los secretos del río, y su amistad hizo que el agua se volviera mágica. Pero un día, una nube oscura cubrió el cielo, y la mariposa se asustó y se fue lejos. Desde entonces, el río perdió su color y su magia."-

"¿Y cómo pueden recuperar la magia del río?"- inquirió Mateo emocionado.

"Necesitamos encontrar a la mariposa dorada y traerla de vuelta. Solo así el río podrá recuperar su esplendor. Pero es un viaje peligroso,"- advirtió el pez.

Mateo no dudó. "¡Voy a hacerlo! No puedo dejar que mi pueblo se quede sin magia. ¿Dónde la puedo encontrar?"-

El pez le dio una pista: "Buscala en el Bosque de los Colores, donde el sol se oculta y los árboles susurran historias antiguas."-

Con determinación, Mateo se adentró en el bosque. Caminaba entre árboles altos y coloridos, cuando oyó una melodía suave. Siguió el sonido y vio al pájaro azul llorando junto a un tronco.

"¿Por qué llorás?"- le preguntó Mateo.

"Perdí a mi amiga, la mariposa dorada. Sin ella, me siento solo y triste. Ella hacía que todo brillara más. Desde que se fue, el bosque está apagado,"- dijo el pájaro con una voz melancólica.

Mateo le explicó su misión de encontrar a la mariposa. "¡Yo tengo que ayudar a recuperar el río! Si vamos juntos, será más fácil!"-

El pájaro azul, renovado, aceptó. "¡Sí! Juntos lo lograremos. Debemos seguir el arroyo que fluye por el bosque, tal vez ella esté allí."-

Los dos nuevos amigos caminaron durante horas, enfrentando desafíos como puentes rotos y sombras misteriosas. Pero la amistad de Mateo y el pájaro azul les daba fuerzas para continuar. Finalmente, llegaron a un claro iluminado por la luz de la luna. Allí, en una flor brillante, estaba la mariposa dorada, pero notaron que estaba atrapada en una telaraña.

"La tenemos que ayudar,"- dijo Mateo.

El pájaro azul voló alto, y con su canto melodioso empezó a distraer a una araña grandota que custodiaba la telaraña. Mientras tanto, Mateo con cuidado, fue desatascando a la mariposa dorada.

"¡Gracias!"- exclamó la mariposa, al liberar sus alas. "Sin su amistad, nunca habría recuperado mi verdadero hogar. ¡Vamos al río! ¡La magia está a punto de volver!"-

De regreso al río, los tres se colocaron juntos: el pez dorado, el pájaro azul y la mariposa dorada. Entonces, la mariposa comenzó a danzar sobre el agua, y el pájaro cantó su canción más hermosa. El río empezó a brillar con intensidad, llenándose de los colores que habían estado perdidos.

"¡Miren!"- gritó Mateo emocionado. El agua volvió a ser azul y dorada, reflejando no solo el cielo sino también la alegría de la amistad y el amor.

"¡Gracias por traernos de vuelta!"- dijo el pez dorado, saltando de alegría.

Y así, en ese mágico lugar, Mateo aprendió que la verdadera magia reside en la amistad, la colaboración y el valor de ayudar a los demás.

Desde aquel día, Coloresville nunca dejó de brillar, y el río siempre recordó la historia del niño que, junto a sus amigos, devolvió la felicidad a su hogar.

FIN.

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