La Bola de Cristal de José
Era un día soleado en el año 2123. José, un niño curioso de diez años, decidió aventurarse al bosque cercano a su casa, un lugar repleto de árboles gigantes y plantas bioluminiscentes. Mientras exploraba, se topó con algo brillante entre las hojas. Era una bola de cristal.
- ¡Mirá lo que encontré! - gritó José, emocionado.
Al tocar la esfera, algo increíble sucedió: comenzó a brillar intensamente y, en un instante, se encontró de pie en medio de un mercado colorido en un país lejano. Los olores de especias y dulces invadieron sus sentidos.
- ¡Wow! - exclamó José. - ¿Qué lugar es este?
- Este es Marruecos, joven viajero - le respondió un anciano con una gran sonrisa. - Te veo con una bola de cristal. Ella puede llevarte a cualquier rincón del mundo.
José no podía creerlo.
- ¿De verdad? - preguntó, sus ojos brillando de emoción.
- Así es - respondió el anciano. - Pero también es importante recordar que cada lugar tiene su propia historia.
Ante estas palabras, José decidió explorar más. Sin pensarlo dos veces, hizo girar la bola y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un pueblo del Himalaya, donde niños de su edad esquiaban en la nieve.
- ¡Hola! - saludó uno de ellos. - ¿De dónde venís?
- De Argentina - respondió José con orgullo.
- ¿Viste alguna vez una cima nevada como esta? - preguntó el chico.
- No, es impresionante. Me gustaría aprender a esquiar. ¿Me enseñás? - pidió José.
En cuestión de horas, José aprendió a esquiar con sus nuevos amigos, y la risa llenó el aire. Pero de repente, comenzó a sentir nostalgia por su hogar.
- Gracias por todo, chicos. Pero tengo que volver. - dijo José con un nudo en la garganta.
- ¡Volvé cuando quieras! - gritó uno de sus nuevos amigos mientras él hacía girar de nuevo la bola.
La esfera brilló y, en un chasquido, lo regresó al bosque. Pero ya no se sentía el mismo.
- Hice amigos en el Himalaya... - murmuró José para sí mismo.
Decidió probar la bola nuevamente. Esta vez, al girarla, se encontró en una selva espesa, llena de sonidos vibrantes y colores vivos. Un grupo de niños jugaba cerca de un arroyo.
- ¡Eh! ¡Hola! - los saludó.
- ¡Hola! - respondieron al unísono. - Vení a jugar con nosotros.
Al unirse al juego, José se sintió feliz, pero también un poco preocupado.
- ¿Y qué están haciendo aquí? - preguntó.
- Cuidamos de la selva y jugamos. La naturaleza es nuestra amiga - dijo una niña, que llevaba trenzas llenas de flores.
Esto hizo pensar a José.
- Es genial que cuiden la selva. Yo también quiero ayudar. - aseguró él.
Tras un día de aventuras, decidió que debía regresar nuevamente.
Mientras volvía a su hogar, José reflexionó sobre todo lo que había vivido. Había sido un viaje asombroso y había aprendido la importancia de cuidar el medio ambiente y la amistad. De vuelta en el bosque, José guardó la bola de cristal.
- ¡No puedo esperar para volver! - dijo con una sonrisa, recordando todos los amigos y las lecciones.
Se prometió a sí mismo que, al viajar nuevamente, seguiría explorando, pero también llevaría siempre un mensaje de respeto por cada lugar que visitara.
Así es como José, el niño viajero, aprendió que la aventura no solo se trataba de ver el mundo, sino de conectarse con él y cuidar de sus maravillas. Y así, en el futuro, la bola de cristal se convirtió en su guía, llevándolo a explorar y aprender, un viaje a la vez.
FIN.