La bondad de Brunilda
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Brunilda. Ella era pelirroja y tenía muchas pecas en su rostro, lo que la hacía destacar entre los demás niños.
Desde muy pequeña, la miraban de manera extraña y la señalaban con el dedo, susurrando que era una bruja. En la escuela, los compañeros de clase evitaban estar cerca de Brunilda y algunos incluso le jugaban bromas pesadas.
A pesar de todo eso, ella siempre mantuvo una sonrisa en su rostro y trató de ser amable con todos. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, sentía tristeza por no tener amigos verdaderos que la aceptaran tal como era.
Con el paso de los años, Brunilda creció decidida a cambiar las cosas. Se propuso demostrarles a todos que ser diferente no significaba ser malvado o peligroso.
Entonces decidió convertirse en una bruja buena, dispuesta a ayudar a su pueblo y demostrarles que sus habilidades mágicas podían utilizarse para hacer el bien. Un día, cuando ya era adulta, se presentó ante el consejo del pueblo y les ofreció su ayuda para resolver los problemas que aquejaban a Villa Esperanza.
Al principio, todos se mostraron escépticos e incrédulos; sin embargo, Brunilda estaba decidida a ganarse su confianza. "¡Queridos vecinos! Estoy aquí para ofrecerles mi ayuda como bruja buena.
Mis poderes mágicos pueden sanar enfermedades, traer prosperidad al pueblo y mejorar nuestras vidas", anunció Brunilda con voz firme pero amable. Los habitantes del pueblo dudaron al principio, pero ante la insistencia de Brunilda y su genuina voluntad de ayudarlos desinteresadamente, decidieron darle una oportunidad.
Brunilda comenzó a trabajar incansablemente para cumplir sus promesas. Utilizó sus conocimientos mágicos para curar enfermedades menores entre los habitantes del pueblo y enseñó a cultivar alimentos saludables en tierras antes áridas. Poco a poco, la actitud hacia Brunilda comenzó a cambiar.
La gente ya no la veía como una bruja malvada sino como una aliada valiosa que trabajaba arduamente por el bienestar común.
Un día, cuando un terrible incendio amenazaba con consumir gran parte del bosque cercano al pueblo, Brunilda pidió ayuda a los habitantes para combatir las llamas utilizando sus poderes mágicos para controlar el fuego. Gracias al esfuerzo conjunto de todos y al ingenio de Brunilda, lograron apagar el incendio antes de que llegara al pueblo.
Los habitantes estaban asombrados por lo ocurrido y finalmente comprendieron que no importa cómo luzca alguien por fuera; lo importante es quién es en realidad y cómo utiliza sus habilidades.
Desde ese día en adelante, Villa Esperanza floreció gracias al trabajo conjunto de sus habitantes guiados por el ejemplo positivo de Brunilda: la bruja buena del pueblo.
FIN.