La bondad que rompió la tormenta
En la ciudad de Barranquilla, dos barrios marginales, El Santuario y El Barro Galán, solían tener diferencias y conflictos entre sus jóvenes. Cada vez que llovía, se desataba una peculiar batalla de piedras entre ellos.
Pero un día, algo inesperado sucedió. Todo comenzó como de costumbre: las nubes grises cubrían el cielo y la lluvia empezaba a caer sobre las calles de los barrios.
Los chicos de El Santuario y El Barro Galán se reunieron en la frontera invisible que separaba sus territorios. - ¡Prepárense para recibir nuestras piedras! -gritó Pedro, un joven del Barro Galán. - ¡No saben con quién se meten! ¡Les mostraremos quiénes son los más fuertes! -respondió Marta, una chica del Santuario.
Las primeras piedras volaron por el aire, chocando contra paredes y árboles. Las risas maliciosas resonaban en medio de la lluvia.
Pero entonces, algo sorprendente sucedió: en medio del fragor de la batalla, una piedra cayó en el pie de Juanito, un niño del Santuario. - ¡Ay! ¡Eso dolió mucho! -exclamó Juanito mientras se agachaba para revisar su herida. Al verlo en ese estado, algunos jóvenes del Barro Galán se acercaron preocupados.
Entre ellos estaba Laura, una chica valiente y compasiva. - ¿Estás bien? Perdón por haberte lastimado sin querer -le dijo Laura a Juanito con sinceridad. Juanito miró sorprendido a Laura. Nunca antes había recibido disculpas durante estas batallas bajo la lluvia.
La lluvia seguía cayendo sobre sus cabezas empapadas mientras ambos bandos observaban atentamente lo que ocurría. - Gracias... Supongo que duele menos cuando hay alguien dispuesto a disculparse -respondió Juanito tímidamente.
La actitud sincera de Laura cambió algo en el ambiente esa tarde lluviosa. Los jóvenes empezaron a dejar caer las piedras al suelo lentamente mientras compartían miradas curiosas entre sí. - ¿Por qué siempre tenemos que pelear? -preguntó Laura en voz alta para que todos pudieran escucharla-.
Somos vecinos después de todo... Los demás jóvenes callaron ante esas palabras reflexivas. Poco a poco fueron depositando sus armas naturales al suelo mojado por la lluvia y se acercaron unos a otros con gesto pensativo.
Fue así como aquella tarde lluviosa marcó un cambio inesperado en las relaciones entre El Santuario y El Barro Galán.
A partir de ese día decidieron no resolver sus diferencias lanzándose piedras bajo la lluvia; en lugar de eso optaron por intercambiar ideas e historias mientras disfrutaban juntos del olor fresco que dejaba cada tormenta tras pasar. Con el tiempo, los dos barrios marginales aprendieron a convivir pacíficamente gracias al gesto amable e inesperado de Laura aquel día bajo la lluvia torrencial.
Y así demostraron que incluso las diferencias más profundas pueden superarse cuando hay voluntad para construir puentes en lugar de levantar muros hechos con piedras lanzadas sin razón alguna.
FIN.