La Bota Misteriosa



Era un soleado día de verano y dos amigos, Juancito y Lila, habían decidido ir a pescar al lago de su barrio. Con cañas improvisadas hechas con palos y un balde de agua para guardar los peces, se lanzaron a la aventura.

"Yo creo que hoy va a ser un gran día para pescar, Lila!", dijo Juancito, emocionado.

"Sí, pero primero hay que encontrar el lugar perfecto!", respondió Lila, mirando el agua clara y brillante.

Caminaron un rato, saltando de piedra en piedra, y finalmente llegaron a un rincón del lago donde las ramas de los árboles se inclinaban como si quisieran tocar el agua.

"Aquí es!", exclamó Lila, lanzando su caña con mucho entusiasmo. Juancito la siguió, y pronto ambos estaban esperando pacientemente que un pez picara.

Después de un rato sin suerte, Juancito notó algo extraño en la orilla. Se agachó y, para su sorpresa, descubrió una bota vieja y desgastada, cubierta de barro y algas.

"Mirá, Lila! Encontré una bota!", dijo, levantándola con curiosidad.

"¿Y qué hacemos con eso? No creo que sirva para pescar", rió Lila.

Pero Juancito tuvo una idea. "Podríamos averiguar de quién es. Tal vez hay algo interesante dentro!".

Ambos se pusieron a examinar la bota con atención y, cuando Juancito miró dentro, quedó sorprendido al ver que había algo brillando.

"Lila, ¡hay algo aquí!", gritó.

"¡Dejá de jugar y mostrarme!", respondió Lila, intrigada.

Juancito sacó un pequeño cajón de madera que había estado oculto en la bota. Estaba decorado con grabados de peces y flores.

"¡Guau! Esto es hermoso! ¿Qué será?", dijo Lila.

"Abrámoslo y descubramos!", sugirió Juancito, con los ojos brillando de emoción.

Cuando abrieron el cajón, dentro encontraron un montón de papeles amarillos arrugados y varios objetos antiguos: un compás, un caracol muy bonito y algunas monedas de chocolate.

"¿Qué significa todo esto?", preguntó Lila, mirando los objetos con asombro.

"Quizás pertenecía a un pescador aventurero que pasaba por aquí hace mucho tiempo", respondió Juancito, imaginando historias.

Mientras contemplaban los objetos, notaron que había un papel que parecía un mapa. Lila lo desplegó con cuidado.

"¡Es un mapa del lago!", gritó.

"¿Y qué hay en el mapa?", inquirió Juancito, ansioso por saber qué aventuras les esperaba.

Lila continuó examinando el mapa. "Aquí hay un dibujo de un árbol gigante. Parece que apunta a un lugar, ¡podría ser un tesoro!".

Ambos se miraron emocionados.

"¿Te imaginas si encontramos un tesoro?", dijo Juancito, comenzando a mirar hacia la dirección que señalaba el mapa.

"¡Vamos a buscarlo!", exclamó Lila, sin poder contener su entusiasmo.

Siguiendo el mapa, caminaron hasta que encontraron un enorme árbol con un tronco tan grande que necesitaban abrazarlo en dos.

"Aquí está el árbol del mapa!", dijo Lila, mirando hacia arriba.

"¿Y ahora?", preguntó Juancito, buscando algo que lo ayudara a recordar las instrucciones del mapa.

Lila recordó algo. "Mirá, hay una cruz dibujada en el mapa, debe haber algo bajo este árbol!".

Empezaron a cavar la tierra con sus manos, llenándose de barro y risas. Después de unos minutos, sintieron que algo duro estaba bajo sus dedos.

"¡Dejame ayudar!", dijo Juancito, y juntos desenterraron una caja de madera más grande decorada con el mismo estilo que el cajón que encontraron en la bota.

Los dos amigos estaban atónitos. "Esto es increíble, ¡seguro que es un tesoro!", afirmó Juancito, con el corazón latiendo de emoción.

Lentamente, abrieron la caja y en su interior hallaron objetos hermosos: collares de conchas, anillos de piedras brillantes y cartas con mensajes de amistad.

"¡Es un tesoro de la amistad!", dijo Lila, sonriendo.

"Esto es genial! Pero... ¿qué hacemos con todos los objetos?", se preguntó Juancito.

Lila pensó un momento. "Podríamos llevarlo a casa, compartirlo con nuestros amigos y hacer una gran fiesta para celebrar nuestra amistad!", propuso.

Los ojos de Juancito brillaron. "¡Sí! Además, así nadie se siente excluido, y todos disfrutarán de este tesoro igual que nosotros!".

Y así fue como Juancito y Lila no solo encontraron un tesoro en el lago, sino que también aprendieron lo importante que es compartir y disfrutar de la amistad. Regresaron a casa, llenos de risas y nuevas historias para contar. Nunca olvidaron ese día en que la aventura comenzó con una simple bota y terminó en una celebración con sus amigos, recordando siempre que el mejor tesoro de todos es, sin duda, la amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!