La Broma de la Cabra Blanca



Había una vez, en un hermoso valle rodeado de montañas, una cabra blanca que era conocida por su belleza y su risa contagiosa. A todos los animales les encantaba jugar con ella, y siempre se la podía ver saltando y corriendo alegremente por el campo. Sin embargo, la cabra blanca a veces se sentía un poco aburrida, así que decidió que era momento de hacer una broma divertida.

Una tarde, mientras se sentaba a la sombra de un gran árbol, la cabra vio a su amiga, la cobra. "¡Hola, cobra!" - saludó la cabra con una sonrisa. "¿Qué haces tan sola?"

"Solo estoy disfrutando del sol. A veces me gustaría tener un poco de emoción en mi vida", respondió la cobra, entrelazando su cuerpo. La cabra blanca vio la oportunidad perfecta para hacer su broma.

Decidió que podría hacerle creer a la cobra que había encontrado un hermoso espejo que reflejaba lo lindo que era cada uno. "Cobra, escuchame, encontré un lugar mágico donde todos los animales se ven aún más hermosos. ¡Tenés que venir!"

La cobra, intrigada, le preguntó "¿De verdad? ¿Dónde es?"

"Sigue este camino y llegarás al arroyo. Allí encontrarás el mejor espejo del mundo. ¡Te vas a amar!" - dijo la cabra blanca mientras intentaba contener la risa.

La cobra emocionada se deslizó rápidamente hacia el arroyo, imaginando cómo podría brillar con su belleza. Al llegar, se encontró con que el arroyo había subido su nivel y el reflejo en el agua no era exactamente lo que esperaba.

"¿Dónde está el espejo?" - preguntó la cobra, confundida. En ese momento, la cabra blanca no pudo contener más la risa y apareció detrás de un arbusto. "¡Era solo una broma! ¡El espejo no existe!"

La cobra se sintió un poco triste y enojada. "No está bien hacer bromas sobre cosas que puedan lastimar a los demás. Me hiciste correr y ahora me siento estúpida", dijo la cobra, con su cola ondulando con desánimo.

La cabra blanca vio que su broma no había sido tan divertida como pensaba. "Lo siento mucho, cobra. No quise hacerte sentir mal. Solo quería divertirme un poco, pero ahora veo que fue inapropiado y que hay que tener cuidado con las bromas que hacemos".

La cobra suspiró y dijo "Está bien, cabra. Todos cometemos errores. Pero, ¿sabés qué? Aunque la broma fue un poco cruel, me hiciste reflexionar y sé que debo ser más cuidadosa con mis emociones".

A partir de ese momento, las dos amigas decidieron hacer un pacto: cada vez que una de ellas quisiera hacer una broma, primero pensaría en cómo podría afectar a la otra. Así, se aseguraron de llenar su amistad de alegría y risas sin herir los sentimientos.

Una tarde, mientras estaban juntas en el campo, la cabra blanca preparó una sorpresa para la cobra, esta vez sin bromas.

"¡Cobra, mira! ¡He decorado todo con flores para nuestra tarde de juegos!" - exclamó la cabra. La cobra se iluminó al ver la dedicación y cariño de su amiga.

"¡Esto es hermoso! Gracias, cabra, por pensar en mí" – dijo la cobra, llena de felicidad y disfrutaron de una tarde maravillosa, riendo y creando recuerdos juntos.

Y así, aprendieron que la verdadera diversión es aquella que comparte la alegría, sin hacer daño a los demás. Las dos se convirtieron en compañeras inseparables, enfatizando siempre la importancia de la empatía y el respeto a través de sus travesuras y juegos.

Desde ese día, cada aventura que compartían estaba llena de risas, aprendizaje y un enorme cariño. La cabra blanca y la cobra aprendieron que el cariño y la diversión no deben causar tristeza, sino que pueden iluminar el día de cada uno.

Y el bello valle siempre resonaba con sus carcajadas.

Fin.

FIN.

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