La Broma de Michi



Era una tarde soleada en la casa de la familia López. Marcos, un perro de pelaje dorado, estaba cómodamente recostado en un sillón, disfrutando de su siesta diaria. Michi, un gato curioso y ágil, se encontraba en el suelo, mirándolo fijamente con un brillo travieso en los ojos.

"Ese perro no puede estar tan cómodo mientras yo estoy aquí aburrido", pensó Michi con picardía. Fue entonces cuando una idea brillante le llegó a la mente. "Voy a hacerle una broma a Marcos y lo despertaré de la forma más divertida posible".

Michi se levantó y empezó a planear su travesura. Primero, se arrastró sigilosamente hasta la ventana y observó el mundo exterior. Un grupo de pájaros cantaba alegremente, y tuvo una genial idea.

"¡Ya sé cómo asustarlo!" dijo Michi en tono emocionado. "Voy a imitar el canto de los pájaros, y cuando Marcos se despierte, se creerá que hay un pájaro en la casa".

Con esa idea en mente, Michi se preparó para la gran actuación. Subió sobre una mesa cercana y empezó a cantar imitando a los pájaros. "¡Pío pío! ¡Pío pío!". El canto de Michi era tan gracioso que, hasta él mismo no pudo evitar reírse.

Marcos, que estaba profundamente dormido, empezó a mover su oreja derecha, pero no se despertó. Michi decidió intensificar su actuación. Saltó al sillón, se puso justo frente a la cara de Marcos y siguió con su canto.

"¡Pío pío! ¡Mirá que ya voy!".

Finalmente, su canto fue tan potente que hizo que Marcos abriera un ojo, sorprendido.

"¿Qué es ese ruido?" pensó Marcos, mientras se estiraba y trataba de entender qué sucedía. Entonces, al ver a Michi, no pudo evitar reírse.

"¿Qué haces, Michi? ¡Parece que querés ser un pájaro!" dijo Marcos entre risas.

Pero Michi no se rindió. Tenía un último truco bajo la manga. Decidió hacer un ligero salto hacia atrás, mientras decía:

"¡Cuidado! ¡El pájaro viene por vos!".

Marcos, totalmente confundido, saltó del sillón y comenzó a correr por la casa, buscando refugio. Pero justo en ese momento, una gran caja que la familia había dejado en el living se cayó del sofá, haciendo un estruendo increíble.

"¡Ahhhh! ¡El pájaro se volvió loco!" gritó Marcos, y salió disparado hacia el patio.

Michi no podía dejar de reírse. La broma había salido perfecta. Sin embargo, al verlo tan asustado, se dio cuenta de que la diversión podría haberse pasado de la raya.

"¿Marcos? ¡Es solo una broma!" dijo Michi rápido, sintiendo un poco de culpa.

Marcos, todavía un poco asustado, comenzó a calmarse y se dio cuenta de lo que había sucedido.

"¡Michi! ¡No me asustes así de nuevo!" le respondió, aunque una sonrisa asomaba en su rostro.

Michi, al ver que su amigo estaba bien, decidió terminar la broma de una forma amistosa.

"Perdón, amigo. No quise asustarte tanto. Pero tengo una sorpresa para vos".

Marcos lo miró curioso.

"¿Qué sorpresa?" preguntó, moviendo la cola emocionado.

Michi se acercó a la caja que se había caído y con un pequeño empujón la abrió. Dentro había una pelota de colores brillantes que su familia había traído como regalo.

"¡Mirá! ¡Es una pelota nueva! ¡Vamos a jugar!" exclamó Michi entusiasmado.

La tensión se disolvió y los dos amigos comenzaron a jugar alegremente en el patio. Corrieron, saltaron y se divirtieron de lo lindo, olvidando por completo la pequeña broma que había tenido lugar.

"A veces, una broma puede ser divertida, pero siempre hay que tener cuidado con los sentimientos de los demás", reflexionó Michi mientras pasaban la tarde jugando.

Marcos, ahora feliz y lleno de energía, respondió:

"¡Exactamente, Michi! Y lo mejor es que siempre podemos compartir buenos momentos juntos".

Y así, con el sol poniéndose y un cielo rojo atardecido, los dos amigos aprendieron que la diversión se duplica cuando se juega con respeto y cariño. Sin duda, una gran lección para seguir disfrutando de sus travesuras con un toque de amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!