La Bruja Calabaza y sus Amigos Fantasmas



En un pequeño pueblo, rodeado de colinas y árboles susurrantes, había una casa que todos consideraban abandonada. Sus ventanas estaban cubiertas de polvo y su puerta crujía al abrirse. Sin embargo, en esta casa habitaba una simpática bruja llamada Calabaza, que era conocida por su gran corazón y por ayudar a quienes lo necesitaban.

Un día, mientras Calabaza preparaba su famosa sopa de calabaza en su cocina mágica, escuchó un ruidito extraño.

"¿Quién anda ahí?", preguntó, asomándose por la ventana.

Al mirar abajo, vio a un grupo de fantasmas y zombies que se juntaban a su puerta.

"Hola, señora bruja," dijo un fantasma. "Nosotros también vivimos aquí, pero como todos creen que la casa está abandonada, nos sentimos muy solos."

Calabaza sonrió, se dio cuenta de que no estaban ahí para asustarla, sino porque buscaban compañía.

"No estoy sola, ustedes son mis vecinos. ¿Por qué no vienen adentro y compartimos una taza de mi sopa?"

Los fantasmas y zombies estaban sorprendidos, nunca nadie los había invitado a un hogar. Con un poco de nerviosismo, entraron a la cocina.

Mientras todos disfrutaban de la sopa, uno de los zombies, llamado Zombito, comenzó a llorar.

"No entiendo por qué todos nos tienen miedo. Solo queremos hacer amigos como tú."

Calabaza pensó por un momento antes de responder.

"A veces, las apariencias engañan. La gente se asusta porque no conocen la realidad detrás de un fantasma o un zombie. Pero tú y tus amigos son muy amables. ¿Qué les parece si organizamos una fiesta y les mostramos a todos quiénes realmente son?"

Los fantasmas y zombies se miraron entre ellos, la idea les parecía fantástica.

"¡Sí! Pero... ¿cómo lo hacemos?" preguntó Fantasmin, uno de los fantasmas.

Calabaza comenzó a planear. Juntos, hicieron un gran cartel que decía: "Fiesta de la Amistad: ¡Vengan todos!" y lo colocaron en la plaza del pueblo.

El día de la fiesta, los habitantes del pueblo llegaron con curiosidad y un poco de miedo. Calabaza los recibió con una sonrisa.

"Bienvenidos, todos están invitados a conocer a mis amigos. ¡Son maravillosos!"

Los muertos vivientes comenzaron a mostrar sus talentos. Zombito trayó juegos de saltar, un fantasma hizo trucos de magia, mientras otro repartía galletas que él mismo había horneado. Todos comenzaron a reirse y a divertirse.

"¡Esto es increíble!", exclamó una niña del pueblo.

Poco a poco, los vecinos comenzaron a entender que los fantasmas y zombies, lejos de ser seres espeluznantes, eran simplemente compañeros deseosos de ser aceptados. Tuvieron tanto éxito que al final de la fiesta, todos los niños querían juguetear con ellos.

Al caer la noche, Calabaza se sintió orgullosa de la manera en que había ayudado a sus amigos.

"Gracias por venir, hoy hemos demostrado que la verdadera amistad va más allá de lo que se ve."

Los fantasmas y zombies estaban felices, pero sobre todo aliviados.

"¡Ya no estamos solos, gracias a vos, Calabaza!"

FIN.

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