La Bruja de la Casa de Campo
En un pequeño pueblo rodeado de bosques y ríos, había una casa de campo que todos decían estaba habitada por una bruja. Esa bruja era una mujer de larga cabellera verde y ojos brillantes como el lucero. Se llamaba Tula y, aunque su aspecto podía parecer escalofriante, en realidad era una gran protectora de la naturaleza.
Tula cuidaba de todos los animales del bosque y hablaba con las plantas. Tenía un poder especial: sus amuletos protectores, hechos de hojas, piedras y flores, la ayudaban a mantener el equilibrio de la naturaleza. Pero lamentablemente, la gente del pueblo la veía con recelo.
Una mañana, un grupo de niños se acercó a la casa de Tula, empujados por la curiosidad.
"¿Por qué no entraremos a ver si es verdad que hay una bruja?" - dijo Lucas, el más aventurero del grupo.
"¡No! ¡Es peligrosa!" - respondió Sofía, temerosa.
"Lo que es peligroso es no conocerla" - expresó Diego, tratando de convencerla.
Mientras tanto, Tula escuchaba desde lejos. Decidió acercarse, y cuando los niños vieron su figura, se llenaron de miedo y gritaron.
"¡Corre!" - exclamó Sofía, mientras todos salían corriendo. Pero Tula no quería asustarlos.
Decidió dejarlos pensar que era una bruja mala. Así, podría proteger mejor el bosque de la avaricia de los adultos del pueblo, que tal vez, si pensaban que ella estaba alejada, no la buscarían para quitarle sus amuletos.
Con el tiempo, otros en el pueblo comenzaron a temerla y, al enterarse de la existencia de los amuletos, algunos decidieron robarlos. Un día, un grupo de aldeanos entró en la casa de Tula mientras ella estaba en el bosque recolectando más amuletos. Al regresar, vio que había entrado en su hogar, dispersando hojas y rompiendo flores.
"¡No! ¡Mis amuletos!" - gritó Tula, pero ya era tarde. Solo quedaba un amuleto que había olvidado en su collar.
Desesperada, Tula buscó el bosque, hablando con sus amigos de cuatro patas y con los árboles:
"¡Ayúdenme! Necesito recuperar mis amuletos protectores para cuidar de nuestro hogar".
Los animales se unieron a ella y comenzaron a idear un plan. Mientras tanto, los aldeanos pensaban que lo que habían hecho era bueno, pues estaban convencidos de que así se desharían de los “poderes oscuros” de Tula. Sin embargo, pronto comenzaron a notar que el bosque se tornaba sombrío, que las flores no florecían y que los ríos comenzaban a secarse.
"¿Qué está pasando?" - preguntó una aldeana, asustada.
"Esto es culpa de la bruja. Necesitamos más amuletos para protegernos" - respondió otro.
Fue entonces que Tula, con la ayuda de sus amigos del bosque, decidió enfrentarlos. Organizó una gran reunión en el claro donde crecía un árbol enorme y frame con flores de colores brillantes. Todos los animales llamaron a los aldeanos para que se acercaran.
"¡Vengan! Quiero hablar con ustedes" - dijo Tula, mostrando su único amuleto.
Los aldeanos, intrigados, se atrevieron a acercarse.
"No soy la bruja mala que ustedes creen. Estoy aquí para proteger la naturaleza que nos da vida y alegría. Sin mis amuletos, no puedo detener el daño que se produce en el bosque. ¡Déjenme ayudarles!" - exclamó Tula.
Los aldeanos se miraron entre sí. Uno de ellos, un niño que había tenido miedo al principio, dio un paso hacia adelante.
"Pero nosotros creímos que eras mala" - dijo con timidez.
"Solo quiero lo mejor para todos. Si se siguen llevando mis amuletos, este lugar no será el mismo y nadie estará a salvo".
Después de una larga discusión, los aldeanos decidieron devolver los amuletos. Tula los recibió con gratitud y les mostró cómo usarlos para cuidar el bosque. En una ceremonia en el árbol, unió cada amuleto con los deseos de protección de las personas del pueblo.
"Ahora, juntos, cuidemos de este lugar. Ustedes y yo somos parte de la misma familia" - les dijo.
Desde ese día, los aldeanos trabajaron codo a codo con Tula para proteger la naturaleza. Aprendieron sobre la importancia de las plantas, los animales y el agua. Cada año, organizaban un festival en el que celebraban la unidad entre la bruja y el pueblo. Así, Tula pasó de ser la bruja temida a ser una querida amiga de todos.
Y así fue como, gracias a la valentía de una bruja y la confianza de un pueblo, la naturaleza floreció, y la paz reinó en la casa de campo. Todos aprendieron que el verdadero poder reside en el respeto y la unión con el entorno. Y que ser “diferente” no significa ser “malo”.
FIN.