La Bruja del Bosque Encantado
En un bosque muy encantado, donde los árboles susurraban secretos y los ríos cantaban melodías suaves, los animales se reunieron en la gran roca del consejo. Había una gran preocupación en el aire. Se decía que una bruja quería mudarse al bosque, y todos estaban inquietos por lo que eso podría significar para su hogar.
- ¡No puede ser! - gritó el conejo Pipo, brincando nervioso. - ¡Las brujas siempre traen problemas!
- Yo escuché que pueden hacer hechizos malvados - añadió Misa, la ardilla, mientras movía su cola con agitación.
- ¡No debemos permitirlo! - exclamó Rocco, el zorro, mientras afilaba sus garras sobre una roca. - ¡Defenderemos nuestro bosque!
Pero entre la multitud, la anciana tortuga Tula levantó su voz con calma.
- Esperen un momento. No sabemos si esta bruja es buena o mala. No podemos juzgar a alguien sin haberla conocido.
- ¿Y si hace magia negra? - replicó Lía, la cierva, temerosa.
- No podemos asumir lo peor - insistió Tula. - ¿Qué tal si en vez de asustarnos, nos acercamos a ella?
Los animales se miraron con dudas, pero algo en las sabias palabras de Tula les hizo pensar. Después de deliberar, decidieron que lo mejor sería invitar a la bruja a la reunión del consejo.
Días más tarde, la bruja llegó al bosque. Ella era diferente a lo que muchos esperaban; no tenía nariz aguileña ni una apariencia aterradora. Era una mujer mayor, con una sonrisa amable y un sombrero lleno de flores.
- Hola, queridos animales - saludó la bruja. - Mi nombre es Elvira y he venido aquí porque siento que este bosque es un lugar especial para vivir.
Al principio, los animales se mantuvieron a la defensiva. Pipo se atrevió a preguntar:
- ¿Por qué querrías vivir aquí?
- Ah, porque quiero ayudar - respondió Elvira. - Tengo magia, pero no es para hacer cosas malas, sino para curar plantas y ayudar a los animales.
La ardilla Misa, intrigada, preguntó:
- ¿De verdad puedes ayudar a las plantas?
- ¡Claro! Les puedo enseñar a crecer más fuertes y saludables.
Los animales comenzaron a murmurar entre ellos. La curiosidad superaba el miedo. Rocco, un poco más relajado, se animó:
- ¿Y qué más podrías hacer, Elvira?
- Puedo crear refugios seguros para ustedes y hasta ayudar en los días de sequía - explicó la bruja. - Mi intención es vivir en armonía con todos ustedes.
Los animales fueron confiando poco a poco. Tula estaba encantada:
- ¿Podrías mostrarnos cómo cuidar nuestro bosque?
- Con mucho gusto - sonrió Elvira. - Pero necesito su ayuda también. La magia siempre funciona mejor cuando trabajamos juntos.
Así fue como los animales decidieron darle una oportunidad a Elvira. Durante las semanas siguientes, ella les enseñó muchas cosas: cómo sembrar flores que atraían mariposas, cómo hacer un compost natural para enriquecer la tierra y cómo cuidar los manantiales.
Los días se convirtieron en semanas, y pronto, el bosque se transformó en un lugar aún más hermoso y vibrante. Los animales aprendieron que la verdadera magia estaba en colaborar y respetar la naturaleza.
Un día, durante una asamblea, Pipo se levantó y dijo:
- Nunca imaginé que una bruja pudiera ser tan buena. ¡Gracias, Elvira!
- Aprendí que todos podemos ser parte de un mismo hechizo, uno que llama a la unidad - respondió ella, emocionada.
Desde entonces, Elvira no solo fue la bruja del bosque, sino también la amiga de todos. Y así, en el bosque encantado, los animales aprendieron que no hay que juzgar a los demás por rumores, sino que siempre es mejor conocer y comprender. Juntos, disfrutaron de su hogar, lleno de magia y amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado, pero la magia y la unión del bosque nunca cesarán.
FIN.