La bruja desencantada
En un pequeño pueblo, había una bruja llamada Agatha, que estaba muy resentida con los niños porque siempre se portaban mal. Todos los días, Agatha les lanzaba hechizos para asustarlos y castigarlos.
Sin embargo, siempre había una niña llamada Lola que se portaba muy bien, lo cual enfurecía aún más a la bruja. Agatha intentaba por todos los medios provocar a Lola para que se portara mal, pero la niña siempre respondía con amabilidad y comprensión, desconcertando a la bruja.
Un día, Agatha decidió aparecer frente a Lola.
-¡Hola, pequeña! ¿No te da miedo venir sola al bosque? ¿No sabes que soy una bruja malvada? -Sí, lo sé, pero también sé que todos merecen una oportunidad para cambiar, respondió Lola con valentía. Agatha, sorprendida por la respuesta de la niña, decidió desafiarla. -Muy bien, te concederé un deseo. Pero cuidado con lo que pides.
-Yo deseo que todos los niños del pueblo sean buenos de corazón y que dejen de hacer travesuras. La bruja, furiosa, lanzó un hechizo que hizo brillar una luz sobre todo el pueblo. Al instante, los niños comenzaron a comportarse de manera bondadosa y empática, ayudándose unos a otros y mostrando sus mejores cualidades.
Agatha, desconcertada, observó cómo la luz iluminaba cada rincón del pueblo, viendo la sonrisa de los niños y el amor que compartían. Lola se acercó a la bruja y le dijo con calma: -Ves, bruja Agatha, no todos se portan mal.
A veces, solo necesitan un poco de amor y comprensión. La bruja reflexionó sobre las palabras de la niña.
Poco a poco, su corazón se ablandó y una cálida luz brotó de su ser, disipando su resentimiento y transformándola en una bruja buena. Desde ese día, Agatha dedicó su magia a ayudar a los demás, demostrando que todos merecemos una oportunidad para cambiar y que el amor siempre prevalece sobre el resentimiento.
FIN.