La Bruja Lucinda y el Pueblo Encantado



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Villa Espanto, una bruja muy peculiar llamada Lucinda.

Lucinda vivía en una vieja cabaña en el bosque y siempre se le veía volando en su escoba por los cielos oscuros de la noche. Sin embargo, a diferencia de las otras brujas malvadas que todos temían, Lucinda era diferente. Aunque tenía un aspecto aterrador con su largo cabello gris y sus verrugas en la nariz, su corazón era puro y amable.

La noche del terror estaba por llegar al pueblo. Todos los habitantes se preparaban para asustar a los demás con disfraces espeluznantes y decoraciones tenebrosas.

Pero lo que no sabían era que Lucinda también quería participar de alguna manera. Lucinda había observado cómo todos se divertían durante esa noche especial y ella deseaba ser parte de ello. Sin embargo, sabía que si aparecía como bruja loca, solo causaría miedo y terror entre los niños del pueblo.

Fue entonces cuando tuvo una brillante idea: disfrazarse de hada madrina. Sabía que así podría ayudar a los demás y hacerlos felices en lugar de asustarlos. Con mucho entusiasmo, comenzó a trabajar en su nuevo atuendo mágico.

La noche del terror finalmente llegó. Las calles estaban llenas de risas macabras y sustos inesperados mientras todos disfrutaban del ambiente festivo. Lucinda salió sigilosamente de su cabaña vestida como el hada más hermosa que jamás hubieran visto.

Recorrió las calles repartiendo caramelos encantados que convertían a los niños en pequeños animales juguetones. Todos se divertían muchísimo y Lucinda sonreía al ver sus caritas llenas de alegría. Pero de repente, algo inesperado sucedió.

Un gato negro travieso llamado Simón, que siempre estaba metiéndose en problemas, se acercó sigilosamente a Lucinda y le arañó la pierna. El hechizo se rompió y todos los niños volvieron a ser humanos.

Lucinda sabía que no podía dejar que el susto arruinara la noche del terror para los niños. Decidió ponerse manos a la obra rápidamente y crear una poción mágica para revertir el efecto del arañazo. Con su varita mágica, mezcló ingredientes secretos mientras repetía un conjuro especial.

Al finalizar, hizo beber la poción a cada uno de los niños afectados por el arañazo de Simón. Para sorpresa de todos, los niños comenzaron a transformarse nuevamente en pequeños animales juguetones.

Esta vez era seguro y divertido gracias al poder curativo de Lucinda. Los habitantes del pueblo quedaron asombrados con la valentía y bondad de Lucinda. Se dieron cuenta de que las apariencias pueden engañar y aprendieron que no hay que juzgar a alguien por su aspecto físico.

Desde aquel día, Villa Espanto cambió por completo su percepción sobre las brujas. Ahora veían en Lucinda a una verdadera amiga capaz de hacer magia para ayudarlos cuando lo necesitaban.

Y así fue como la bruja loca en realidad resultó ser un hada madrina disfrazada, enseñándonos que el verdadero valor está en ayudar a los demás y hacerlos felices.

Lucinda se convirtió en un ejemplo para todos y Villa Espanto nunca volvería a ser el mismo gracias a su bondad y valentía.

FIN.

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