La Bruja Mala y su Gato



En un pequeño pueblo rodeado de bosques frondosos y colinas verdes, vivía una bruja llamada Malvina. Era conocida en toda la comarca como la bruja mala, ya que siempre andaba con una expresión seria y una mirada fulminante. Sin embargo, no todos sabían que su fiel compañero, un gato negro llamado Cuervo, era el verdadero responsable de todas las travesuras que ocurrían en el pueblo.

Un día, Malvina decidió que necesitaba hacer un hechizo para que el pueblo la apreciara un poco más. Entonces se puso a mezclar ingredientes extraños en su caldero. Cuervo, que miraba con curiosidad, no entendía por qué su ama quería cambiar la forma en que los demás la veían.

- “¿Por qué no simplemente haces un hechizo para hacer felices a los demás, en lugar de intentar que te quieran? ” - le preguntó Cuervo mientras saltaba al borde de la mesa.

- “No puedo hacer eso, Cuervo. La gente no quiere saber nada de mí. Solo me ven como la bruja mala.” - respondió Malvina, resignada.

Cuervo pensó por un momento y dijo:

- “Tal vez deberías intentar hacer algo bueno sin magia. A veces, los pequeños gestos valen más que un hechizo.”

Sus palabras resonaron en la mente de Malvina. Decidió que ese mismo día iría al mercado del pueblo y ayudaría a las personas de forma sencilla. Juntos, se armaron de valor y se dirigieron al bullicioso mercado.

Al llegar, Malvina vio a una anciana que intentaba cargar una caja pesada. Sin pensarlo dos veces, se acercó.

- “¡Déjame ayudarte, señora! ” - dijo Malvina, sonriendo.

La anciana miró sorprendida, pero aceptó la ayuda. Malvina levantó la caja con fuerza y, al dejarla en el suelo, recibió una sonrisa cálida de la señora.

- “¡Gracias, querida! No esperaría que una bruja me ayudara.” - exclamó la anciana.

Esta simple interacción hizo que el corazón de Malvina se llenara de alegría. Siguió ayudando a los demás: llevó el carro de un niño, reparó un paraguas roto y hasta compartió dulces de su propia cocina.

Cuervo observaba todo con ojos brillantes.

- “¿Ves, Malvina? No necesitás magia. Hay magia en ser amable.” - le dijo emocionado.

Con cada acto de bondad, las personas del pueblo comenzaron a notar a Malvina de una nueva manera. Hasta los más escépticos empezaron a hablar de lo buena que era. Sin embargo, todavía había un grupo que se negaba a aceptar su cambio. Eran los niños, quienes siempre le tenían miedo.

Un día, mientras preparaba su cena, Malvina escuchó unas risitas y voces cerca de su cabaña. Curiosa, salió y vio a un grupo de niños que jugaban a asustarse unos a otros, imitando a la bruja mala. En lugar de enojarse, decidió asomarse y romper el hielo.

- “Hola, pequeños. ¿Por qué no ven a jugar conmigo y Cuervo? ” - preguntó, intentando sonar amigable.

Los niños se miraron entre ellos, confundidos, y uno de ellos, el más atrevido, respondió:

- “Pero... ¡vos sos la bruja mala! ”

- “No soy mala, solo estaba un poco sola. Pero ahora he aprendido que la amabilidad hace que compartamos momentos especiales.” - dijo Malvina.

Con un pequeño impulso, Cuervo saltó hacia el grupo.

- “¡Hola, amigos! Y si juegan con nosotros, les puedo enseñar grandes trucos de magia…” - dijo el gato, rascándose la oreja.

Intrigados, los niños aceptaron la invitación. Jugaron a juegos, hicieron pociones con flores y disfrutaron de una tarde de diversión juntos. Malvina se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo. Los niños le llevaron a descubrir su parte más amable.

Y así, con el tiempo, Malvina dejó de ser conocida como la bruja mala. Ahora era la bruja buena que siempre estaba dispuesta a ayudar y aprender de los demás, mientras Cuervo seguía a su lado, guardando el secreto: que la verdadera magia estaba en los pequeños actos de bondad.

Desde ese día, Malvina y Cuervo vivieron muchas aventuras en el pueblo, todos aprendiendo que un gesto amable puede cambiar la percepción de todos a nuestro alrededor. Y así, la bruja mala se convirtió en la bruja más querida del lugar, gracias a una conversación con su sabio gato.

Un día, Malvina miró a Cuervo y dijo:

- “Tenías razón, amigo. Las mejores magias son aquellas que se hacen desde el corazón.”

- “Y no olvides que siempre habrá espacio para mejorar y seguir aprendiendo.” - respondió Cuervo con una sonrisa.

Fue así como Malvina y Cuervo continuaron haciendo del mundo un lugar mejor, un pequeño acto de bondad a la vez.

FIN.

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