La Bruja Malvada y la Fiesta del Bosque



Había una vez, en un bosque encantado, una bruja malvada llamada Griselda. Su fama no era sólo por ser una bruja, sino porque siempre estaba buscando maneras de hacerse más poderosa. Cada día, Griselda se sumía en sus experimentos mágicos, pero había un pequeño problema: no podía encontrar ingredientes lo suficientemente fuertes para potenciar su magia.

Un día, mientras observaba desde su torre, vio a los animales del bosque disfrutar de una rica variedad de frutas y legumbres. Los conejos brincaban felices entre las zanahorias, los pájaros piaban alegres mientras picoteaban frutas del árbol, y los ciervos se alimentaban de deliciosas hojas verdes. Griselda, al verlos tan contentos y fuertes, se sintió celosa y pensó:

"Si esos animales comen frutas y legumbres, ¡yo también deberé hacerlo!".

Sin embargo, lo que Griselda no sabía era que la fuerza no provenía sólo de lo que comían, sino del amor, la amistad y la alegría que compartían. Así que, armada con su escoba y su sombrero puntiagudo, decidió invitar a todos los animales a su cueva.

"¡Vengan aquí, animales del bosque! Tengo algo importante que decirles", gritó Griselda desde lo alto de su escoba.

Los animales, temerosos pero curiosos, se acercaron lentamente. El búho, sabio y anciano, fue el primero en hablar:

"¿Qué deseas, bruja? No queremos problemas, sólo paz en el bosque".

Griselda, sonriendo con malicia, explicó:

"No se preocupen, sólo quiero que me den frutas y legumbres. Quiero ser tan fuerte como ustedes".

Los animales, que eran astutos, dudaron. Entonces, la ardilla más pequeña, llamada Lila, tuvo una idea.

"¿Y si hacemos una fiesta en el bosque? Así podremos compartir nuestras ricas comidas y conocer mejor a la bruja".

Griselda, intrigada, aceptó la propuesta.

"¡De acuerdo! Tendremos la mejor fiesta que se haya visto, pero quiero que preparen los platillos con los mejores ingredientes!".

Los animales se pusieron manos a la obra. La fiesta se organizó para el próximo día. Todos estaban emocionados, y mientras tanto, Griselda pensaba en cómo usar esa comida a su favor para hacerse aún más poderosa.

El día de la fiesta, el bosque brillaba con luces de colores y risas. Los animales trajeron deliciosa comida: ensaladas multicolores, tortas de frutas y hasta jugos naturales. Griselda, al ver la alegría de todos, sintió un cosquilleo en su corazón. Mientras aceptaba un plato de ensalada de frutas, un pequeño ciervo se acercó y le dijo:

"¡Hola, Griselda! ¿Alguna vez has probado a comer en compañía? Es mucho mejor que comer sola".

La bruja asintió, algo confundida. Para ella, solía ser todo acerca de poder y soledad. Pero, mientras disfrutaba de la comida y conversaba con los animales, comenzó a sentirse diferente.

"Esto es muy rico... y divertido", murmuró Griselda.

Con cada bocado, la bruja comenzó a comprender que la verdadera fuerza no venía de la comida, sino de la alegría de compartir, reír y disfrutar con los demás. Justo en ese momento, se levantó un viento suave que trajo consigo un aroma dulce de las flores. Griselda, sintiendo este nuevo poder en su interior, decidió que ya no quería ser malvada.

"Animales, hoy me he dado cuenta de que no necesito magia para ser fuerte. Lo que realmente necesito es amistad".

Los animales, sorprendidos pero felices, aplaudieron en agradecimiento. Desde ese día, Griselda se convirtió en la protectora del bosque y utilizó su magia para ayudar a los animales, en lugar de ser una amenaza. Juntos organizaron muchas fiestas y aprendieron a cuidar del bosque unido.

Así, la bruja malvada se transformó en Griselda la Buena, y todos en el bosque aprendieron que la verdadera grandeza viene del corazón.

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

FIN.

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