La bruja que ayudaba a los niños



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, una bruja llamada Flor. La gente la conocía por su aspecto algo peculiar: tenía un sombrero puntiagudo, una larga capa negra y una escoba que siempre dejaba en la entrada de su casa. Sin embargo, lo que no sabían era que Flor no era una bruja mala, sino una bruja con un gran corazón que dedicaba su tiempo a ayudar a los niños del pueblo.

Cada tarde, después de preparar sus pociones mágicas, Flor se sentaba en su jardín repleto de flores de todos los colores. Allí, los niños del vecindario se acercaban para contarle sobre sus problemas. A veces se trataba de un juguete roto, otras veces de una bronca con un amigo, y muchas veces solo querían escuchar un cuento mágico.

Un día, llegó al jardín una niña llamada Lila, con lágrimas en los ojos.

"¡Hola, Lila! ¿Qué te pasa?" - preguntó Flor, con su voz suave y cálida.

"Hola, Flor. Mis amigas no quieren jugar conmigo porque tengo un perro que a veces ladra mucho, y dicen que les da miedo..." - sollozó Lila.

- “¿Y qué tal si usamos la magia para hacer que tu perro sea el más cariñoso del barrio?" - sugirió Flor, con una chispa de complicidad en los ojos.

Lila sonrió a pesar de sus lagrimas. Juntas, fueron a buscar al perro, un lindo y animal golden retriever llamado Toby. Flor agitó su varita mágica y dijo palabras encantadas, mientras Lila observaba con asombro. n"¡Toby, ahora serás el perro más amistoso y encantador del pueblo!" - proclamó Flor.

Toby ladró y saltó de alegría, como entendiendo que algo maravilloso había cambiado en él. Desde ese día, el perro se transformó en el mejor amigo de los niños, jugando y corriendo por los parques sin causar ningún miedo ni molestias. Lila estaba feliz.

Sin embargo, con el tiempo, comenzaron a llegar más niños al jardín de Flor, cada uno con una nueva preocupación o deseo. Un niño, Mateo, quería que su maestra lo dejara pasar a la próxima clase porque se sentía inseguro. Una niña llamada Ana quería ser la mejor en matemáticas. Flor siempre tenía un truco o un hechizo para ayudar a resolver los problemas, pero un día, llegó un niño llamado Tiago que no quería un hechizo mágico.

"¿Por qué no quieres un hechizo, Tiago?" - preguntó Flor, intrigada.

"Porque no quiero algo fácil, quiero aprender a hacerlo yo mismo" - respondió Tiago, con determinación.

"¡Eso es muy valiente! Entonces, te ayudaré a que encuentres tu propia magia en el aprendizaje" - dijo Flor.

A partir de ese día, Flor se convirtió en mentora de Tiago. Juntos, crearon un club de niños que querían aprender y compartir sus habilidades. Pronto, otros niños se unieron para enseñar y aprender de sus talentos, desde pintar hasta contar historias, y así nació el "Club de la Magia del Aprendizaje".

La bruja Flor se dio cuenta de que la verdadera magia estaba en el esfuerzo y el tiempo que cada niño dedicaba a mejorar en lo que amaba. Un día, durante una reunión del club, Lila compartió:

"La magia no es solo de pociones y hechizos, es también de ser amigos y apoyarnos unos a otros!".

Todos aplaudieron emocionados, y Flor sonrió con orgullo.

Pero una tarde, un grupo de adultos del pueblo llegó hasta la casa de Flor. Eran escépticos, y pensaron que Flor estaba enredando a los niños con su magia. Un hombre mayor, muy seria, comentó:

"¡Las brujas no deben ser parte de la vida de los niños!"

"Pero Flor solo les enseña cosas buenas. Aprenden a ser mejores amigos y a ayudar a los demás" - respondió un niño del club, en defensa de su amiga.

"La magia de Flor nos hace mejores personas" - agregó otro niño.

Los adultos se sorprendieron al ver a todos los niños, defendiendo la sabiduría y bondad de Flor. Después de escuchar a los niños hablar con tanto cariño, decidieron darle una oportunidad a la bruja. Ella les enseñó que la verdadera magia resides en la bondad, el amor y la amistad, y aceptaron que no tenían nada que temer de ella.

Con el tiempo, el pueblo se llenó de risas y creatividad. Los adultos aprendieron a disfrutar de la magia que Flor aportaba y, a su vez, los niños se convirtieron en protagonistas de sus propias historias.

La bruja que ayudaba a los niños se convirtió en un símbolo de fortaleza y unión, enseñándoles a todos que cada uno cuenta con un poco de magia en su interior, solo hay que aprender a encontrarla. Y así, en aquel pequeño pueblo, vivieron felices, ayudando y aprendiendo juntos, con una bruja llena de amor y dulzura en sus corazones.

Y colorín colorado, este cuento aún está por contar.

FIN.

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