La bruja Solveg y la lección de la manzana del colegio
Había una vez, en un pequeño pueblo, una bruja llamada Solveg que vivía en lo más alto de la colina. A pesar de sus ropas oscuras y su risa estruendosa, Solveg no era una bruja malvada. De hecho, le encantaba observar a los niños del pueblo en su camino hacia la escuela. Un día, Solveg notó algo que la dejó sorprendida: muchos de los niños desechaban las manzanas que les preparaban sus padres para llevar de almuerzo. Decidió que debía intervenir, pero no con pociones mágicas, sino con una lección que los ayudara a apreciar las bondades de la naturaleza.
Un lunes por la mañana, cuando los niños del colegio llegaron a la clase, encontraron una sorpresa inesperada. En lugar de la maestra, estaba la bruja Solveg sentada en su escritorio. Al principio, todos estaban aterrados, pero Solveg les explicó que estaba allí para enseñarles algo importante. - Buenos días, niños. Soy la bruja Solveg y hoy les enseñaré una lección sobre la importancia de valorar las cosas simples y hermosas que nos brinda la naturaleza. ¿Qué les parece si comenzamos con algo que muchos de ustedes desechan cada día?
Los niños, aún temerosos, escucharon atentamente a Solveg mientras repartía una manzana a cada uno de ellos. - Esta manzana será su tarea durante esta semana. Quiero que la observen, que la cuiden y que reflexionen sobre ella. El viernes, cada uno me contará qué aprendió de su manzana. Los niños, aunque algo confundidos, asintieron.
Durante la semana, los niños se sorprendieron al darse cuenta de la belleza y perfección de las manzanas. Se maravillaron al descubrir los diferentes tonos de rojo, amarillo y verde que adornaban la piel de las frutas, y se intrigaron al notar las pequeñas marcas que las hacían únicas. El viernes, la bruja Solveg escuchó atentamente cada historia. Algunos niños hablaron sobre la importancia de la paciencia al observar el lento proceso de maduración de la fruta, mientras que otros mencionaron la importancia de no juzgar a las cosas por su apariencia. Todos coincidieron en que habían aprendido a valorar las pequeñas maravillas de la naturaleza.
Solveg sonrió satisfecha y les dijo: - Ahora que han aprendido esta lección, quiero que recuerden siempre que la belleza y la magia se encuentran no solo en lo extraordinario, sino también en lo simple y lo cotidiano. Los niños asintieron, comprendiendo el mensaje de la bruja. Desde ese día, cada niño del pueblo cuidaba y apreciaba las manzanas que sus padres les preparaban para llevar de almuerzo, sabiendo que contenían mucho más que solo una fruta. Y la bruja Solveg observaba con orgullo desde lo alto de la colina, sabiendo que había sembrado una semilla de valor y apreciación en el corazón de los niños.
FIN.