La Bruja Veneno y el Lobo del Bosque Encantado
En un bosque encantado, lleno de árboles que susurran y flores que ríen, vivía una bruja llamada Veneno. A pesar de su nombre temible, Veneno no era mala, solo un poco malentendida. Todos en el pueblo la temían, pues decían que usaba su magia para hacer travesuras.
Un día, un lobo llamado Franco se adentró en el bosque en busca de una aventura. Franco era un lobo curioso y valiente, que soñaba con descubrir misterios y aprender sobre el mundo.
Mientras corría, se encontró con un claro donde vio a Veneno recogiendo flores luminosas. Su cabello era de un verde vibrante, y su capa estaba llena de pequeñas estrellas.
"Hola, señora bruja, ¿qué estás haciendo en este hermoso día?" - preguntó Franco.
"Hola, pequeño lobo. Estoy recolectando flores para hacer pociones, pero estas flores son muy difíciles de encontrar. La gente del pueblo no sabe que ayudan a curar pequeños males como resfrios o torceduras" - explicó Veneno.
Franco se acercó curioso y dijo:
"¡Eso suena increíble! Todos en el pueblo dicen que eres peligrosa, pero yo te veo haciendo algo muy bonito."
Veneno sonrió, sorprendida por la valentía de Franco.
"Sí, a veces la gente no entiende mis intenciones y se van con rumores. Pero no tengo malas intenciones, solo quiero ayudar a aquellos que lo necesitan".
Desde ese día, Franco y Veneno se hicieron amigos. Juntos recorrían el bosque, recolectando ingredientes para las pociones de Veneno. El lobo se daba cuenta de que la bruja era amable, y que sus magia solo quería ayudar.
Un día, mientras paseaban, escucharon un alboroto en el pueblo. Veneno se puso nerviosa, ya que sabía que los aldeanos podrían confundir la situación.
"¿Qué pasa, Franco?" - preguntó la bruja.
"No lo sé, pero hay un gran ruido. Tal vez deberíamos ir y averiguarlo." - dijo el lobo, decidido.
Cuando llegaron al pueblo, encontraron a un grupo de niños llorando. Un árbol grande había caído sobre el camino, impidiendo que los aldeanos pudieran regresar a casa.
"¡No podemos moverlo!" - gritó una niña.
Veneno miró a Franco y tuvo una idea.
"Si me dejan ayudar, puedo utilizar mi magia para mover el árbol" - ofreció, dejando atrás su miedo al rechazo.
Los aldeanos miraron con desconfianza.
"¿Y si nos haces daño?" - preguntó un adulto.
"Yo solo quiero ayudar. Confíen en mí por favor" - dijo Veneno, poniendo su mano en el pecho, mostrando su sinceridad.
Franco se interpuso entre los aldeanos y la bruja, mostrando valentía.
"Yo confío en ella. Conozco a Veneno, y solo quiere hacer el bien" - aseguró el lobo.
Los aldeanos se miraron unos a otros. Después de un momento de duda, decidieron darle una oportunidad a la bruja.
"Está bien, ayúdanos, Veneno." - dijeron, llenos de esperanza.
Veneno alzó sus manos y, con un suave susurro, hizo que el árbol comenzara a moverse. Los ojos de todos se abrieron de par en par, y pronto el árbol fue retirado del camino, liberando el acceso al pueblo.
Los aldeanos aplaudieron y miraron a Veneno con admiración.
"¡Gracias, bruja! Nunca pensamos que eras capaz de hacer algo tan impresionante e importante!" - dijo uno de los ancianos, con una sonrisa de agradecimiento.
"La amistad y la confianza son importantes. Nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o lo que dicen de él" - respondió Veneno, sintiendo su corazón lleno de alegría.
Desde ese día, la bruja veneno se convirtió en una amiga del pueblo. Los niños la visitaban para aprender sobre hierbas y pociones, y Veneno siempre les contaba historias del bosque. Franco, el lobo, se sentía orgulloso de haber defendido a su amiga y de haber ayudado a unir a los aldeanos y a la bruja.
Y así, en el bosque encantado, cada día era una nueva aventura donde todos aprendían a ver más allá de las apariencias y a valorar la verdadera amistad.
FIN.