La Bruja Winnie y el Castillo Abandonado



Era un día soleado cuando la bruja Winnie decidió investigar un antiguo castillo que se encontraba en el bosque. Con su gato negro a cuestas, al que cariñosamente llamaba Nube, se adentró en la espesura, entusiasmada por la aventura. Winnie, con su sombrero puntiagudo y su escoba mágica, había escuchado historias sobre el castillo, pero nunca había tenido la oportunidad de explorarlo.

"¡Qué emoción, Nube! Tal vez encontremos tesoros escondidos o alguna magia olvidada", dijo Winnie mientras acariciaba a su gato, que se acomodaba en su hombro.

Al llegar al castillo, las puertas crujieron al abrirse. Winnie y Nube entraron a una gran sala llena de polvo y telarañas. La luz del sol entraba por las ventanas rotas, creando un ambiente misterioso pero acogedor.

"No hay nadie aquí", comentó Winnie, mirando a su alrededor.

Pero, de repente, una araña apareció y le dio un susto de muerte a la bruja. Sin embargo, cuando se dio cuenta de que era su amiga Luna, la araña, se rió con alivio.

"¡Luna! No me asustes así, pensé que era un monstruo", dijo Winnie, riendo.

"Perdón, Winnie. Solo quería alegrarte el día con una sorpresa", respondió Luna, moviendo sus patas con alegría.

Winnie y Luna se abrazaron. Hacía tiempo que no se veían, y la bruja no podía estar más feliz de encontrar a su amiga en un lugar tan inesperado.

"¿Qué te parece si hacemos una merienda en esta antigua sala?", sugirió Luna.

Winnie asintió y sacó de su bolsillo un par de galletitas de chocolate y un poco de jugo de frutas. Se sentaron en el suelo, rodeadas de viejos muebles y recuerdos.

"Mientras merendamos, podríamos hacer un hechizo para que el castillo vuelva a ser un lugar divertido", propuso Winnie.

"¡Sí! Eso sería genial!", exclamó Luna.

Winnie cerró los ojos y comenzó a recitar las palabras mágicas que había aprendido. Pero algo inusual pasó. En lugar de un hechizo sencillo, algo más poderoso comenzó a ocurrir. Las paredes del castillo comenzaron a brillar y de pronto, una música suave llenó el aire.

Las puertas se abrieron de par en par, y de ahí comenzaron a salir luces de colores y criaturas fantásticas que llenaron la sala con risas y alegría. Tortugas bailarinas, hadas revoloteando y un grupo de duendes comenzaron a celebrar.

"¡Mirá todo lo que hemos desatado!", gritó Winnie, sorprendidísima.

"Tal vez debería haberlo pensado dos veces antes de lanzar ese hechizo", dijo Luna entre risas.

Sin embargo, a pesar de la sorpresa, Winnie y Luna estaban felices de ver cómo el castillo renacía a la vida. Las criaturas bailaron y jugaron, llenando el lugar con risas. Pero con toda la diversión, Winnie se dio cuenta de que el castillo estaba empezando a desbordar de alegría y magia, empujando a todos hacia afuera.

"¡Debemos hacer algo!", sugirió Winnie.

"¿Qué tal si hacemos un hechizo para que todos puedan entrar y salir libremente, y así el castillo no se llene demasiado?", propuso Luna.

Winnie asintió y ambas se concentraron en su magia nuevamente. Juntas recitaron un nuevo hechizo, y esta vez, el castillo se llenó de una luz dorada que llenó el aire con calma y armonía. Las criaturas se acomodaron, y cada una encontró su espacio, disfrutando de una magnífica fiesta.

A medida que el sol comenzaba a ponerse, Winnie y Luna se despidieron de sus nuevos amigos, prometiendo regresar al castillo.

"¿Ves? A veces, un pequeño hechizo puede traer grandes sorpresas y mucha alegría", dijo Winnie mirando a Luna.

"Sí, y lo mejor es compartir esos momentos con los amigos", respondió Luna, sonriendo.

Así, la bruja y su amiga la araña salieron del castillo, sabiendo que la próxima aventura siempre esperaría por ellas, y que, a veces, los lugares abandonados pueden guardar la alegría más mágica de todas.

Y en cada rincón del bosque, las risas del castillo podían oírse, recordando a todos que la amistad y la magia van de la mano.

FIN.

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